Preocupaciones de una generación

Reflexiones sobre un planeta al borde de la muerte



Adriana Méndez
Estudiante de Ingeniería ambiental de la UAGRM







¿Quién en estos días no ha sido bombardeado con propaganda ambientalista? ¿Quién no ha escuchado los consejos e incitaciones a un cambio de hábitos en pro del medio ambiente? Pero, realmente el catastrófico problema en el que se encuentra hoy este planeta, ¿se solucionaría si todos adquirimos estas pautas? Desde mi punto de vista, si bien son consejos positivos, no llegan a ser una acción real para un cambio en la sociedad humana.

El antropocentrismo se ha incrustado en nuestras venas a través del consumismo; todo gira en torno a las necesidades humanas. Es difícil sacar el veneno del egoísmo ‘especista’ (tipo de discriminación moral, basada en la diferencia de especies animal y humana -el ser humano es un animal con raciocinio-), es por eso que ese ecologismo superficial ve como recursos rentables todo lo “no humano”, y su reformismo es un círculo vicioso en el que no debemos caer. La injusticia social y la destrucción ecológica comparten un mismo origen. Hace falta una ética que reconozca el valor intrínseco de la naturaleza. El hecho está en identificarnos con ese mundo que nos rodea, en pensar que tenemos los mismos derechos. La acción recae en cada uno de nosotros y nosotras, de acuerdo a nuestra realidad. El cambio verdadero vendrá cuando el respeto y la concienciación sobre los verdaderos explotados y oprimidos se instalen en nuestras mentes (sean estos humanos y no-humanos, ya que otras formas de vida como bosques y animales sufren también la injusticia y opresión por parte del ser humano). El cambio verdadero vendrá cuando todas las formas de dominación sean destruidas. Quizás un plan de supervivencia tomando solo lo necesario para vivir disminuya este proceso acelerado de destrucción masiva. Lo más seguro es que la fuerza de la naturaleza prevalezca por sobre los humanos.


¿Cambio verdadero?


Toshiro Miki
Estudiante de Relaciones Internacionales de la Universidad NUR








En el ‘viejo mundo’ miles de jóvenes han vencido la indiferencia, han logrado identificar a sus enemigos, han logrado reaccionar en contra del ‘sistema’, pacifica o violentamente. Más allá, los cimientos del desierto africano y de las mesetas del medio oriente también están siendo removidos. Al norte de nosotros los “ocupas” protestan en el corazón financiero del mundo. Efecto dominó: la idea del fin de la globalización y del capitalismo germina en el mundo. ¿Se hará ésta realidad? Al parecer el mundo de las ideas es perverso y cruel. La idea del fin del sistema capitalista nos da la chance de que “lo reprimido cuando está cautivo te pide salir” (“Los Callejeros”- Banda de rock argentina). Esta idea da a la sociedad, en ciclos históricos, esperanza por un cambio de sistema. Sin embargo la idea de cambio de sistema nace, se reorganiza (reproduce) y muere en aquellos viejos productos de la modernidad: el Estado y las sociedades burguesas-industriales. La idea del cambio de sistema sin una verdadera alternativa es una idea que solo vivirá en las esperanzas de las personas que tienen la urgencia de descargar la voluptuosidad que el sistema les deja luego de un largo periodo de embobamiento. Pasado el periodo de la idea de cambio y reorganizado el sistema, regresa un “nuevo orden”, el cual conlleva numerosos dispositivos de libertad y democracia que invisibilizan los verdaderos mecanismos de poder que reprimen y domestican la sociedad. Espero que en este periodo no nos quede solo la resistencia y esta utópica idea: “crear es resistir, resistir es crear” (Stéphane Hessel). Espero que este resistir, además de crear, pueda construir verdaderas alternativas al sistema. Sin duda existen algunas que están dando sus primeros pasos (“el buen vivir”). Apoyar y aportar a éstas sería ideal. Caer en las viejas alternativas modernas (socialismo industrial, BRIC’s) es alimentar un futuro tan igual como el presente en crisis que tenemos.


 Se ve ‘cosa’: se escribe ‘mujer’


Angélica Becerra Brito
Integrante de la agrupación “Agitadoras sociales”, activista de las Diversidades Sexuales y Responsable del Área Joven de Igualdad LGBT.








Entre la obsesión por el culto al cuerpo, la pasividad ante la ‘dictadura de la moda’, la venta de imágenes estereotipadas para imitar, la desesperación de un Estado por el control de todo lo ‘bio’ —la administración de la vida, la sexualidad, la producción y reproducción humanas— y la violenta representación simbólica y social donde impávidamente se ‘fragmentan cuerpos’, hay un grave accionar cosificante: todo pasa por una cinta métrica social que juzga, exige, controla y mide cinturas, pechos, estaturas y ‘colas’ de mujeres que dejan de ser ‘sujetos’ para convertirse en ‘objetos’. Es un sistema completo: una industria que va desde los famosos concursos de belleza, fiestas carnavaleras y ferias empresariales hasta los medios de comunicación en los que destaca la publicidad sexista. Las mujeres aparecen como ‘cosas’ —objetos sexuales— dispuestas a la venta (algo que los ‘publicistas’ justifican con argumentos tales como: “Es que el cuerpo de la mujer vende”, o “las mostramos como ellas quieren ser vistas…”; imponiendo así cánones ridículos de belleza y naturalizando actitudes perversamente patriarcales). La televisión año redondo banaliza, reproduce, y consiente el presentar a la ‘mujer cosa’: objeto, figura, accesorio y adorno. Con estratégicas tomas de cámara muestran ‘partes’ del cuerpo femenino con alto contenido ‘simbólico’ —además del fuerte servilismo arraigado en esas mujeres ‘bien domesticadas’ que responden positivamente a los pedidos de “¡vuelta, vuelta!“—, momentos donde ella y todo el público dan por sentado que se le filmará ‘la cola’, reduciéndose/la así a simple ‘objeto’. Este ‘todo’: el sistema cultural y estructural de opresiones múltiples donde caen por igual la belleza, la sumisión, los estereotipos, la invisibilización, la mercantilización y anulación de la mujer, muestra claramente que nuestro relacionamiento humano y social es ‘altamente cosifi cante’ y que éste concientemente insiste en desaprenderse, desdibujarse y desestructurarse.

La política cruceña: entre lo tradicional y la renovación


Alejandro Balcázar
Politólogo, impulsor de la Ley Departamental de Juventud. Socio de la Fundacion Avina y Coordinador de Proyectos de Juventud y Desarrollo Social







El rol de la juventud en proceso de construcción en este nuevo proyecto político es fundamental y desde todo punto de vista debe ser protagónico. Si bien es cierto que tenemos —como no se dio en otro momento de la historia democrática del país—, un número significativo de autoridades jóvenes a todo nivel de gobierno: diputados, asambleístas departamentales y concejales, ninguno de éstos han sido elegidos mediante procesos internos de sus partidos, ninguno tiene o ha tenido la iniciativa de liderar una propuesta para ser luego abordada en la agenda pública; ninguno cumple un papel dirigencial con capacidad de decisión real en el seno de sus agrupaciones —todos aun responden al viejo esquema del “cacique político” y, en actitud paciente, esperan “su momento”—. Creo que es hora que estos nuevos actores despierten de su letargo y tomen de una vez por todas iniciativa por un cambio de esquema. Es indudable que debe haber un cambio total de actitud por parte de estas autoridades jóvenes. Debe haber una alianza generacional entre todos los actores políticos considerados “juniors” en pro de más y mejor protagonismo e incidencia en las decisiones de bloque partidario, porque inscripción masiva de jóvenes no es garantía de participación real. Es también necesario el que se continúe promoviendo el uso de las nuevas tecnologías de información y comunicación (TIC’s) así como de las redes sociales: herramientas que ayudarán a profundizar la trasparencia de la gestión pública; “cable a tierra” para políticos jóvenes: interacción directa con un gran porcentaje de la ciudadanía que tiene acceso al uso de las redes sociales. Sólo resta decir ¡basta! al viejo esquema tradicional y jugársela por un nuevo modelo y una nueva manera de hacer política. En pocas palabras, es hora de ‘patear el tablero’. En palabras del neomarxista Ernesto Laclau: “Es el momento en que el juego se rompe en el que la política empieza”.