Perú y Bolivia - Hacia una mejora sustancial de la relación bilateral


POR OWAN LAY G.
El autor es licenciado en Relaciones Internacionales, especialista en Resolución de conflictos, con estudios en Democracia en América Latina, Interculturalidad e Identidades, Seguridad y Defensa Nacional. Activista por los derechos de los afroperuanos.



La última elección presidencial en el Perú, ha sido considerada la elección más polarizada desde el retorno a la democracia en la década de los ochentas del siglo pasado. En esta elección a diferencia de la realizada en el 2006, donde el presidente electo Ollanta Humala disputó también la segunda vuelta, el factor internacional ha sido menos trascendente y el eje Caracas-Quito-La Paz, fue reemplazado por el contacto Planalto. Sin embargo, la orientación latinoamericanista del presidente electo Humala y el mejoramiento de las relaciones bilaterales sumado a los lazos históricos que unen a Perú y Bolivia, hacen prever una mejora sustancial en las relaciones bilaterales en el próximo quinquenio.


Las Elecciones peruanas

Debido al déficit de ciudadanía en el escenario latinoamericano —como lo señala O’Donnell—, desafortunadamente en el Perú la democracia parece vivirse sólo cada cinco años con una elección general, pues la ciudadanía sólo es ejercida para las grandes mayorías en su enfoque político encriptado en su facultad de elegir. Sin embargo, es necesario aclarar que la democracia no es simplemente un acto electoral, pues la democracia es una forma de organización social que tiene una serie de normas -positivas y no- e instituciones, implica capacidad y voluntad de negociación y consensos, un conjunto complejo de interrelaciones entre gobernantes y gobernados, y lo principal, tiene una visión comunitaria

pues está orientada hacia el bien común. En suma, y parafraseando a Sartori, la democracia es un principio de legitimidad, es un sistema político y de gobierno llamado a resolver los problemas del ejercicio del poder —como forma de organización social— y es un IDEAL, en constante transformación.

Sin duda alguna, la última elección presidencial en el Perú ha dejado varias lecciones, por un lado ha reflejado la gran fragmentación de un sistema político que no logra consolidarse, con varias candidaturas pegadas al centro del espectro político; la existencia de una prensa altamente parcializada y lo terrible (para algunos) que puede ser una segunda vuelta con dos candidatos con altos niveles de resistencia, lo que convirtió dicho balloage en la elección más polarizada desde el retorno a la democracia.


La polarización estuvo determinada en tanto y en cuanto cada candidato representaba para el imaginario colectivo una opción de desarrollo. La candidata del fujimorismo, la congresista Keiko Fujimori, hija del ex presidente Alberto Fujimori —hoy condenado por delitos de lesa humanidad— representaba la continuidad del modelo económico iniciado con Toledo y continuando por García, pero con una visión asistencialista del desarrollo social. Por su parte, el nacionalismo de Ollanta Humala, quien abandonó el polo rojo de las elecciones del 2006, representaba una opción de desarrollo con inclusión y de cambio que se vio obligada a virar hacia el centro. Sin embargo, para los más conservadores (las élites), la opción de cambio significaba un alto riesgo que no estaban dispuestos a asumir, pues pondría en peligro el modelo económico que ha llevado al Perú a un crecimiento positivo durante dos gobiernos democráticos consecutivos. 

La victoria de Ollanta Humala y sus conversaciones con las élites empresariales, ha llevado a bajar la marea de las preocupaciones y ha puesto sobre los hombros del presidente electo la responsabilidad de encontrar un gabinete que cumpla con las expectativas locales y extranjeras, especialmente en los sectores relacionados con la economía nacional: Ministerio de Economía y Finanzas, Banco Central de Reserva y Superintendencia de Banca y Seguros.

El Factor Internacional

Cabe destacar que a diferencia de la elección presidencial del 2006, en la que el hoy presidente electo Ollanta Humala disfrutaba del apoyo de Hugo Chávez y por efecto dominó de todo el eje bolivariano, en la última elección ha tenido una variación del eje de influencia hacía Planalto. 

El giro hacia el Brasil, intencional o no, reconoce la preeminencia de este actor emergente dentro del escenario internacional, así como comprende que el nuevo orden geopolítico sudamericano llama a una mejor y más estrecha alianza con el Brasil en todo orden, pues es con éste último con quien contamos con la frontera más extensa, además de ser el único país que posee la capacidad de ser el hegemón en la región. 

Bolivia: hacia una relación de profundidad

Para el Perú, Bolivia es una nación importante no sólo por los lazos históricos y culturales que nos unen, sino por la importancia comercial que para el Perú tiene nuestra vecina y hermana Bolivia. Según datos del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo Peruano (MINCETUR), las inversiones peruanas en Bolivia superan los US$ 600 millones de dólares, siendo las más importantes las del grupo Romero mediante el banco BCP y la del grupo Gloria a través de la Planta Industrializadora de Leche (PIL) Andina; y éstas dos inversiones peruanas figuran dentro del Top 10 de las empresas bolivianas. También el intercambio comercial es intenso, como corresponde a economías complementarias.


En lo político, podemos afirmar que luego de la desaceleración de las relaciones bilaterales en el gobierno del ex presidente Toledo, el enfriamiento en gran parte del gobierno de García, quien a su vez la reactivó gracias a una fina maniobra diplomática cristalizada con la profundización de los acuerdos de 1992, orientados al desarrollo marítimo de Bolivia para el ejercicio de su cualidad marítima perdida; colocan la relación bilateral frente al gran desafío de la profundización y ejecución de este nuevo convenio.




Así mismo existen otros desafíos enormes como la necesidad de establecer una mayor y mejor coordinación en el condominio en el Lago Titicaca, la utilización de aguas internacionales que discurren en nuestras fronteras, la lucha contra el contrabando, la protección de las inversiones nacionales, asegurar el éxito de la ejecución del CEBAF y desarrollar una zona de integración fronteriza (ZIF) que permita emprender proyectos de desarrollo económico y social en las zonas deprimidas de frontera que a su vez contribuyan a establecer programas de desarrollo social para los miles de migrantes en ambos lados de la frontera como parte de la profundización de la relación bilateral dentro del marco de la CAN, y por último continuar con las reuniones del 2+2, implementadas luego de la última reunión entre García y Morales, con el fin de mejorar los niveles de confianza mutua y diálogo político.

El impulsar esta ambiciosa, pero necesaria agenda bilateral supone voluntad y acción política, la cual parece haber quedado asegurada en la última visita del presidente electo Ollanta Humala a Bolivia, donde ambos mandatarios reafirmaron el deseo de trabajar por el bien de los pueblos y la unidad latinoamericana. En tal sentido, bajo el halo de afinidades personales entre ambos todo hace presagiar que las relaciones bilaterales gozarán de una mejora sustancial durante el próximo quinquenio, bajo el marco de mayor armonía, complementariedad y profundidad.