Polarización política: una mirada desde Santa Cruz



Bolivia se convirtió en el centro de atención a nivel internacional entre 2003 y 2008. La crisis política y social generó escenarios por demás difíciles abriendo incluso la posibilidad de una guerra civil. Si se trataba de un Estado en camino al fracaso, fracasado o simplemente débil, fueron reflexiones que llevaron a autores como Robert Rotberg, en 2004 y 2007, y a Seth D. Kaplan, en 2008, a pronunciarse al respecto. La revista Foreign Policy, The Fund for Peace y el  Banco Mundial, con sus respectivos índices, también se refieren a las capacidades y riesgos de Bolivia a través de los últimos años.

POR ADRIANA YAFFAR DE LA FUENTE

Mediante una investigación realizada un año atrás se pudo concluir que el Estado boliviano contiene una debilidad “típica” –de acuerdo a las categorías del Harvard University Failed State Project– por tensiones regionales y étnicas. En ese contexto aparece como necesario entender, a través de entrevistas indagatorias, si en el país existió o no una verdadera polarización política y, de ser así, por qué se atenuó y debilitó tan rápidamente el frente opositor llamado ‘media luna’.

Polarización política: dos momentos

Carl Schmitt plantea una categorización clásica de amigo y enemigo, entendiendo a éste último como “estrictamente público”. Es decir que la polarización se da entre grupos, pueblos o naciones fundadas en diferenciaciones de alguna naturaleza. Estas pueden ser religiosas, étnicas, económicas, lingüísticas, etc. Esta forma de relacionamiento expresa el máximo grado de separación que, además, incluye actos, motivaciones y herramientas políticas que son utilizadas en contra del enemigo. Sin embargo, solo hablamos de enemigos en tanto que se trata de “un conjunto de personas que, por lo menos de un modo eventual, puede combatir a un conjunto idéntico que se le opone”.

En Bolivia, después de los acontecimientos del 2003, se pone en evidencia irrefutable el desgaste del sistema político y del modelo estatal que había estado vigente. En octubre de ese año y en enero de 2005 se presentan dos agendas políticas; ambas como propuestas de reformar el Estado. ‘La agenda de octubre’ que planteaba la nacionalización de los hidrocarburos y la Asamblea Constituyente. Estas medidas eran promovidas por el movimiento campesino e indígena, partidos de izquierda como el MAS y tenían apoyo de la población de occidente, sobre todo en La Paz y El Alto. Por otra parte, ‘la agenda de enero’ que planteaba la elección directa de prefectos  y la autonomía departamental, medidas que eran promovidas por los comités cívicos, los empresarios, los partidos tradicionales y con apoyo en los departamentos del oriente y sur, sobre todo Santa Cruz”.

La presentación de estas agendas constituye un primer momento tangible de polarización: existen dos grupos, con semejanza de poder y comienza a haber una división territorial en base al apoyo de los correspondientes departamentos y una identificación con las respectivas consignas al interior de los grupos. Se desplegaron una serie de “antinomias”, como las llama Mayorga: “Estatismo vs. Neoliberalismo; Autonomía indígena vs. Autonomía departamental; liberalismo individualista vs. Indigenismo comunitarista”, etc.

Sin embargo, en el 2006, esta polarización cambia cuando el candidato del MAS, Evo Morales, uno de los precursores de ‘la agenda de octubre’, es electo presidente de Bolivia por mayoría, sin tener que negociar las alianzas y pactos que habían caracterizado hasta ese momento a la democracia boliviana.

A partir de entonces, según las categorizaciones de Schmitt, ya no se puede hablar de una paridad o semejanza de poderes ya que la fuerza militar del Estado está controlada por una de las partes. Sin embargo, es desde instituciones democráticas que la polarización tiene continuidad como una contra-hegemonía. Los representantes de partidos opositores Podemos, UN y MNR en el Parlamento; la relación entre los prefectos y el presidente; y la Asamblea Constituyente fueron los nuevos espacios en los que la polarización se manifiesta e incrementa.

En 2006, después de las elecciones para asambleístas y el referéndum sobre autonomía, existió una aparente semejanza en poderes a nivel nacional. Si bien el MAS tenía la mayoría de votos en cuanto a asambleístas, la voluntad por autonomías dividió el territorio nacional. No obstante, ésta semejanza se demostró como errónea en el referéndum revocatorio de 2009 cuando Evo Morales es reelecto Presidente de Bolivia por amplio margen.
Queda claro que si existió una polarización en dos momentos: el primero, bajo las condiciones de “enemigo” de Schimtt entre finales de 2003 y principios de 2006; y un segundo momento de polarización a través de instituciones democráticas.

Debilitamiento de la oposición

Después de analizar la existencia de la polarización política en Bolivia, es preciso tratar de responder la cuestión de por qué y cómo se pudo atenuar y debilitar la oposición tan rápida y fácilmente. Para responder esto debemos referirnos a dos tipos de debilitamiento: uno interno y otro externo. El debilitamiento interno contiene en sí tres niveles: regional, departamental y de élites y líderes políticos

A nivel regional, la polarización política entre occidente y la así denominada media luna, con Santa Cruz como su bastión principal, efectivamente existió pero tenía debilidades internas estructurales. Los departamentos que conformaron la media luna tenían necesidades diversas, escenarios y personalidades políticas también diferentes. No obstante, se cohesionaron bajo la bandera de las autonomías departamentales. En el momento en el que el MAS incorpora a las mismas en su discurso y en la propuesta de Constitución Política del Estado, los ánimos de algunos de los departamentos opositores disminuyen y se mitiga la polarización.

A nivel departamental, específicamente en Santa Cruz, el debilitamiento de la polarización tuvo tres clivajes importantes: la quema de instituciones, en septiembre de 2008, comandado por la Unión Juvenil Cruceñista; el desarme del supuesto grupo terrorista ‘Rozsa’ en abril de 2009, donde se conoció que empresarios financiaban las concentraciones y campañas por la autonomía y contra el gobierno del MAS; las elecciones de diciembre de 2009, en las que Evo Morales es ratificado Presidente para una nueva gestión, y las elecciones municipales de abril de 2010 en las que el oficialismo consigue 6 de los 9 departamentos. La quema de instituciones mostró al pueblo cruceño que situaciones de violencia eran posibles desde algunos grupos internos del Comité Cívico y los grupos que lo apoyaban, pero no todos los que se habían acogido bajo la bandera autonomista se inclinaban por seguir esos caminos. El ‘caso Rozsa’, aún no totalmente esclarecido, hizo que varios  líderes cruceños dejaran el país, generando un evidente sentimiento de abandono en la sociedad cruceña. Las elecciones de diciembre de 2009 y las de abril de 2010 son las más recientes evidencias de un campo político dominado por el MAS. En un realismo económico y análisis frío de la coyuntura política los grupos económicos y empresariales cruceños comienzan a matizar su postura frente al gobierno y a efectuar algunas demostraciones más conciliadoras.

Las élites económicas y empresariales cruceñas jugaron un papel muy importante en relación a la fractura de lo que fue la oposición. Al optar por caminos de concertación dejaron al resto, que actualmente continúa en combate produciendo pautas identitarias y regionalistas, sin sustento simbólico. Al mismo tiempo, el Comité Cívico se debilitó porque las élites políticas no mostraron un accionar homogéneo. El CONALDE y los partidos opositores con presencia parlamentaria adoptaron posturas disímiles entre sí poniendo en evidencia la carencia de un proyecto en común –lo cual sucedía de igual manera en la Asamblea Constituyente. Estos escenarios: parlamento, relación entre prefectos y presidente, y Asamblea Constituyente, podían haber sido aprovechados por la oposición de haber actuado en bloque. Las fragilidades dentro del liderazgo de la oposición fueron atenuando a la misma y, por consecuencia, la polarización en sí.

Por otra parte, hubieron ataques externos al bloque en cuestión. En 2006, la capacidad y monopolio de violencia y represión del Estado recaen en una de las partes polarizadas. Por ende no puede haber una relación de igualdad en el combate político. El ejemplo más claro resulta ser la aprobación en grande del texto constitucional. De igual modo los terribles acontecimientos en El Porvenir y el desenlace del caso Rozsa son demostraciones violentas y asimétricas de poder. Como menciona Isabella Prado, son hechos muy traumáticos para la sociedad cruceña. En este sentido, Manfredo Bravo afirma que “muchos de los actores protagonistas de las élites económicas cesaron su apoyo a las élites políticas. Todo aquello dentro de un sentimiento de preocupación y dejando a las élites políticas superar su condición de minorías no organizadas y sobrevivir a un gobierno que coopta poderes”. Por lo que, según Bravo, actualmente no hay posibilidad de hacer oposición.

Conclusiones

Se puede concluir que sí existió un escenario, actores y motivos para una polarización política o una relación amigo/enemigo entre el proyecto del MAS apoyado por occidente y otro desde lo que se llamó la ‘media luna’. En el momento en el que Morales, candidato presidencial por el MAS, consigue la victoria electoral ya no se puede hablar de una polarización entre dos enemigos con semejanza de poderes, sino de la relación entre una región con demandas específicas contra el centro hegemónico. Algunas de esas demandas fueron incluidas en el nuevo texto constitucional llevado adelante por el oficialismo, como es el caso de las autonomías departamentales.

Hubo una disputa hegemónica que continuó y se intensificó, incluso después de 2006, en espacios democráticos, como la Asamblea Constituyente, el Parlamento y relación entre prefectos y el presidente. La falta de un proyecto en común y un accionar homogéneo de la oposición debilitó y fragmentó al bloque opositor y esto a su vez a la polarización.

Ante esta situación la politóloga Helena Argirakis afirma que la polarización tuvo efectos formadores y deformadores de la identidad cruceña. Formadores porque se constituyen, establecen y consolidan las identidades frente a un proceso de cambio inevitable. Deformadores, porque se vio que la identidad cruceña puede generar una cultura política reaccionaria y violenta. También surge la idea de que la polarización fue positiva no sólo para Santa Cruz sino para el país, ya que se lograron llevar importantes demandas cruceñas a nivel nacional haciendo que toda Bolivia se beneficie. Por otro lado, el debilitamiento de la oposición y la mitigación de la polarización tendrán como resultado inevitable el dejar de mirar al ‘otro’, al enemigo, para mirar los problemas internos de cada región y de cada ciudad. Según Fernando Mayorga, actualmente “no se puede pensar el Estado sin autonomías, ni se puede pensar la política sin indígenas”. Se debe considerar que Bolivia contiene dos vertientes de diferenciación: una racial étnica/indígena y otra regional/clasista. Esta situación no necesariamente debe ser antagónica ni motivo de confrontación sino un desafío para los nuevos actores políticos. M