La victoria de Herland Vaca Díez y su consecuente elección como presidente del Comité Cívico Pro Santa Cruz (CCPSC) son un respiro de renovación largamente esperado por la ciudadanía cruceña. El sábado 12 de febrero la fórmula completa ganó los comicios cívicos. Completan la misma Nicolás Ribera y Luis Alberto Añez como primer y segundo vicepresidente respectivamente.
Por pablo javier deheza
La victoria de Vaca Díez necesariamente implica una nueva lectura, no solo del contexto local sino de lo que acontece con el país y la humanidad. El mundo actual ya no parece ser muy amigo de los grandes poderes concentrados en pocas manos. Verbigracia lo acontecido en Egipto.
Las redes sociales, la integración cultural, Wikileaks y la emergencia de reivindicaciones de igualdad cultural y de género que buscan realizarse en dimensiones concretas y no tan solo discursivas, marcan condiciones muy diferentes para los liderazgos en todos los lugares del orbe. Una de las primeras deudas por saldar que tiene el CCPSC es la inclusión clara y real de las mujeres en su estructura. Debe además repartir el poder político que busca ostentar para legitimarse.
A nivel nacional las cosas también han cambiado. La Bolivia de hoy no es ni remotamente la que fue una década atrás. La democracia pactada, hecha de partidos-feudos y de contenido neoliberal, ha caído irreversiblemente. Se han incorporado otros elementos al actuar político que hacen a imaginarios, culturas, memorias de larga data, visibilización de mayorías y muchos otros elementos más. Las banderas que enarbole de aquí en adelante el Comité tendrán que tener necesariamente una impronta popular genuina capaz de rearticular confianzas con el vasto tejido social cruceño.
Y es que Santa Cruz también ha cambiado. El impresionante crecimiento demográfico del departamento ha modificado la composición cultural e identitaria del ser cruceño. Hoy es muy difícil establecer en Santa Cruz las diferencias entre lo cruceño y lo boliviano. Sobre todo porque, con toda la diversidad existente en el departamento, éste es sin duda el más boliviano de todos. En esa medida, muchos de los elementos constitutivos del discurso tradicional han de tener que ser sujetos de revisión, actualización y reemplazo. Ya ni siquiera es entendible una diferenciación entre “cruceños” y “migrantes” cuando ambos tienen sus destinos definitivamente imbricados.
Queda como incógnita el futuro del establishment cruceño ordenado y estructurado en torno a las logias. Históricamente el CCPSC ha sido la expresión política de las mismas. ¿Podrán todavía mantener sus espacios? ¿Hasta cuándo ostentarán el control de las cooperativas de servicios? ¿Los espacios políticos seguirán teniendo actores definidos por ellas? ¿Hacia dónde va el futuro de la clase dominante tradicional en una Santa Cruz ya demasiado grande para ver concentrado el poder en pocos? Lo cierto es que la victoria de Herland Vaca Díez marca un antes y un después; no solo en la historia del CCSPC, sino en la del poder político en Santa Cruz. El día de su elección, él dijo que “se ha producido un hecho histórico. El Comité Pro Santa Cruz será para todos”. El tiempo verificará la certeza o no de las palabras del nuevo titular del ente cívico.
Se tendrá ahora que llevar adelante el proceso de reformas a los estatutos del CCPSC. Las mismas fueron aprobadas en grande antes de la elección y queda pendiente su aprobación en detalle. El contenido central de las reformas es la ampliación de la base social de la institución y la inclusión de sectores que no tenían representación formal. Estas modificaciones fueron celebradas por unos pero vistas con preocupación y desconfianza por otros. La inclusión clara y sin ambages de la mujer tiene que ser necesariamente un eje central. El espacio natural para el debate político en la Santa Cruz autónoma de hoy en día ya no debiera estar en el seno del CCPSC sino en los espacios democráticamente establecidos para ello: bancada parlamentaria, asamblea departamental y concejos municipales. Estas instancias compiten en cuanto a interpretación de las demandas ciudadanas con el CCPSC con la ventaja de contar con una legitimidad mucho mayor fruto del voto popular.
En ese sentido, la vigencia del CCPSC como espacio político es una crítica fáctica a la capacidad de los representantes democráticamente electos para interpretar la voluntad popular. En la medida en que éstos no logran ser genuinos representes de los intereses de mayorías concretas, el Comité seguirá siendo un interlocutor válido. M