Reconfiguración y mutaciones en el campo político cruceño


Chuang Tzu soñó que era una mariposa y no sabía al despertar si
era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa
que ahora soñaba ser un hombre.
Jorge Luis Borges

POR: PABLO JAVIER DEHEZA

¿Cómo ha evolucionado y qué ha cambiado en el campo político cruceño durante la última década? ¿Cómo llegamos a la actual configuración de alianzas? ¿Hacia dónde parecen ir las fuerzas presentes? Existe una realidad concreta que anima a buscar las repuestas a las interrogantes anteriormente planteadas: para bien o mal —sea como fuere—, será en el oriente y particularmente en Santa Cruz donde se definirá el rumbo final del actual proceso político que vive el país. Esto es así porque éste departamento se yergue como la centralidad con mayor crecimiento demográfico y diversidad productiva, y donde está presente el modelo de desarrollo más fuertemente cimentado y global del país. El presente y el porvenir, no sólo económico sino político de Bolivia, pasa por aquí.


Algo de historia

A la clase dominante cruceña, tal cual la conocemos hoy en día, le tomó prácticamente medio siglo construirse. Luego de la revolución de 1952 empezó en el departamento un proceso de acumulación que originó una burguesía emergente. Durante el primer gobierno de Hugo Banzer Suárez, la misma habrá de imponerse definitivamente en Santa Cruz y comenzará a gravitar nacionalmente. Con el tiempo, creará su aparato financiero —la banca radicada en Santa Cruz— y con ésta como base se consolidará, durante los años ochenta, el aparato industrial del oriente. Finalmente, impondrá su ideología y tomará también control de los medios de comunicación cerrando así el anillo de su hegemonía. De ese modo, Santa Cruz llegará a los años noventa con una élite que es dominante económica y políticamente en el ámbito local, pero que además es protagonista en el escenario nacional administrando, durante más de treinta años, la economía y la agricultura del país mediante sus representantes en esos ministerios independientemente de quién esté a cargo del gobierno. Un logro para nada menor en gestión de poder.



El punto de quiebre

Llega 2003 y con él la debacle de la democracia pactada. Los representantes políticos cruceños quedan anclados en la defensa del orden que se caía, toda vez qué allí tenían pactos que los empoderaban y les garantizaban participación cierta en el manejo estatal.

Con el ascenso de Evo Morales al poder, la élite cruceña es desplazada de los espacios de poder que ocupaba a nivel nacional. Esto originó una feroz resistencia y, en buena medida, el proceso de polarización política y social que vivió el país entre 2006 y 2010.

Sin embargo, aunque desplazada a nivel nacional, la clase dominante cruceña seguirá ostentando hasta nuestros días su condición hegemónica sin que nadie todavía se la dispute. Eso sí, queda claro que las cosas ya no son las mismas que antes.

La polarización

El proceso de polarización fue particularmente duro en Santa Cruz. La existencia de una bandera genuina  la demanda autonómica—, que apelaba a necesidades reales, problemáticas concretas de todos los habitantes del oriente y a la memoria colectiva de largo plazo, sumado a una innecesaria e injustificada virulencia generalizada de parte del gobierno en contra de los cruceños, le dio un sustento social a una pugna en la que ambos bandos apelaron a todas las armas que disponían.

A los errores cometidos, la dirigencia política cruceña le añadió el haber subestimado la fuerza y la vocación de poder del actual gobierno. El referéndum revocatorio y la posterior toma de las instituciones acabaron por marcar la derrota política de la dirigencia de Santa Cruz. Y el caso Rózsa fue el tiro de gracia: las logias cruceñas, quienes enarbolaban una resistencia radical, no levantan cabeza desde entonces.

Durante todo el proceso de polarización, la sumatoria de grupos locales que conforman la élite del poder de Santa Cruz, se mantuvo unida y mostró cualidades organizativas que le permitieron llevar adelante el ‘Cabildo del Millón’ y la consulta por los estatutos autonómicos, entre otras cosas. Empresarios, políticos, cívicos, logias y medios de comunicación obraban como un todo. Esto es algo que se veía en cada una de las Asambleas de la Cruceñidad a las que convocaba el Comité Cívico Pro Santa Cruz (CCPSC) de por ese entonces. El último despliegue de esta capacidad para mantener las filas unidas se vio durante los procesos electorales de diciembre de 2009 y abril de 2010.

La fractura del bloque

Una vez superada la polarización, ambos bloques empezaron a disgregarse; aunque a diferentes velocidades. Mientras el bloque del Movimiento Al Socialismo (MAS) todavía en el presente no termina de mostrar la totalidad y profundidad de sus contradicciones, al bloque autonomista le tomó apenas pocos meses —después de las últimas elecciones— quedar reducido a recuerdo. 

Actualmente, la poca convocatoria del CCPSC evidencia justamente que la élite del poder cruceña se encuentra con cada uno de sus componentes por sus propios fueros. Los empresarios se han acercado al gobierno y éste también ha hecho lo propio bajo su propia lógica. El caso Rózsa se mantiene como una ‘Espada de Damócles’ pendiendo sobre las logias y éstas están prácticamente de salida del campo político.

Por si no fuera poco, los políticos se hallan en crisis pública, al punto de llegar a perder la presidencia de la bancada cruceña y los cívicos han sido dejados al abandono. Finalmente, los medios de comunicación han matizado sus mensajes y se muestran más contemporizadores.




Pese a todo lo anterior, todavía existe una élite hegemónica a la que nadie le disputa el poder local. El MAS no demuestra entender mejor la realidad cruceña como para generar una propuesta, ni se evidencia interés de parte de sus cuadros locales en tal sentido. Tampoco hay señales de la aparición de nuevos actores en capacidad de encarar la disputa política salvo lo que quizá sea la única excepción: los indígenas del oriente y la amazonía.




La emergencia indígena en Santa Cruz

Desde el caso Rózsa, el hecho político más importante en Santa Cruz ha sido la elección del chiquitano Rodolfo López como presidente de la Asamblea Legislativa Departamental (ALD) en el mes de julio, gracias al apoyo de todos los representantes indígenas y de la agrupación Verdad y Democracia Social (VERDES) de Rubén Costas. Al desprenderse los indígenas de tierras bajas del MAS, bajo una legítima aspiración de seguir sumando y creciendo políticamente, se aliaron con la fuerza que es la expresión de la dirigencia tradicional cruceña. Se hicieron de ese modo con la presidencia de la ALD, un importante y codiciado espacio de representación. No fue gracias al partido de gobierno que la representación indígena cruceña logró tomar el control de la ALD, sino a pesar del mismo. Este hecho ya permitía vislumbrar
entonces el agotamiento de la relación entre indígenas del oriente y el MAS.

La emergencia de los pueblos indígenas del departamento como actores en sí y para sí —con su propia identidad política, ideología y proyecto—, son el más reciente y renovador hecho acontecido en el campo político cruceño.

Además de la élite cruceña tradicional —con sus diversos actores— y del partido de gobierno —que ha logrado una importante presencia territorial en zonas periféricas—, sólo los indígenas aparecen en el campo político cruceño como un otro grupo político capaz, con intenciones claras y capacidades organizacionales medianamente solventes.

¿Hacia dónde vamos?

Sea como sea que se resuelva el conflicto por la carretera que atraviesa el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), una cosa es cierta: los indígenas de tierras bajas quedarán como los legítimos propietarios de las banderas de lo plurinacional, la defensa de la Madre Tierra y la inclusión. Esto siembra el escenario para que los actores políticos de la derecha tradicional cruceña se reinventen discursivamente a través de su actual alianza con los pueblos originarios del oriente. Mientras esto ya está sucediendo, por el otro lado el MAS se está acercando a un discurso más progresista y casi de capitalismo puro. Estamos entonces frente a una de las paradojas del cambio: la derecha está mutando hacia lo plurinacional y el MAS está mutando hacia el desarrollismo capitalista.

Esto se da en el marco del campo político boliviano donde, de modo general, estamos frente a un escenario de reconfiguración de alianzas. Esto está forzando a modificar, actualizar y matizar contenidos discursivos de tal modo que lo que se dice acompañe a lo que se está haciendo. 

En estos tiempos por demás interesantes en los que nos ha tocado vivir, es cada vez más sorprendente intentar saber de qué lado del espejo capitalista o del sueño indigenista estamos. Como Alicia, como Chuang Tzu.