El modelo agropecuario cruceño


Por: Roberto Unterladstaetter K.
Docente de la Facultad de Ciencias Agrónomas UAGRM



Una perspectiva histórica

Para el consenso de la comunidad regional, nacional e incluso internacional, no es desconocido que el departamento de Santa Cruz tiene un inmenso potencial agropecuario y forestal. Desde la fundación de la ciudad todas las actividades de la población en general han estado enmarcadas e íntimamente relacionadas con la producción agropecuaria. Es así que podemos identificar dos etapas en el desarrollo de la actividad agropecuaria en la zona: una primera, desde la fundación hasta pocos años posteriores de la Guerra del Chaco y, una segunda etapa que se origina con la participación de las misiones Bohan en 1942, Keenleyside en 1951 y Foreing Op. Administration en 1952. Estas comisiones describieron a las actividades agrícolas de la zona como; “extremadamente primitivas”, “con excepción de algunos pocos terratenientes, el arado y la cultivadora son desconocidos”, “solo el 2 a 3% de la tierra está en cultivo y de ese porcentaje el 90% está sembrada con caña de azúcar arroz, maíz y yuca”.

A consecuencia de las investigaciones y recomendaciones de esas comisiones patrocinadas por los Estados Unidos, el gobierno boliviano de la época lanzó en 1954 el “Plan Inmediato”; que entre otras cosas priorizaba la vinculación con el país y países vecinos, la ocupación de grandes áreas por gente proveniente de algunas superpobladas regiones andinas, la creación de la Corporación Boliviana de Fomento, el Banco Agrícola, otorgación de créditos, etc. A este proceso estatal con resultados positivos (pero también con grandes improvisaciones y corrupción) se debe agregar la llegada de agricultores japoneses en 1955.1 A la vez, la colonización andina contribuyó en buena medida al principal propósito del “Plan Inmediato”, logrando la sustitución de la importación de arroz. Para 1957 llegan los primeros agricultores ‘menonitas’ desde el Paraguay y los agricultores tradicionales cruceños, una vez asegurada la relativa transitabilidad de las vías hacia los mercados andinos, se transforman en cañeros y arroceros organizándose en subsectores, dejando el característico sistema de la pequeña agricultura diversificada. 

Ya desde mediados de la década de los ´60 se produce un impresionante desarrollo del cultivo del algodón propiciado al inicio por la industria textil paceña. El denominado “Boom algodonero” finaliza a mediados de los ´70 a consecuencia de una serie de improvisaciones e impericias mercantiles y económicas. Sin embargo este periodo marca también un antes y un después, ya que se empieza a notar el impacto ambiental de la agricultura de corte y quema que provocó la erosión hídrica y la consecuente colmatación de los cauces de los ríos de las principales cuencas del departamento. Por otro lado, el desmonte mecanizado indiscriminado destruyó los drenajes naturales de los campos de la llanura, provocando recurrentes inundaciones en las épocas de lluvia, además de una destructiva erosión eólica en la época de estiaje cuyo resultado más evidente aún se observa en varias de las colonias menonitas y otras áreas del eje central de la región integrada.

Las lecciones que dejó el cultivo del algodón redujo por un tiempo el ímpetu del desarrollo agrícola cruceño hasta el inicio de un nuevo ‘boom’: el de la soya. La soya involucró en su cultivo además de agricultores experimentados a toda una serie de especuladores, comerciantes, prestidigitadores y neófitos que destruyeron miles de hectáreas de bosques con la idea de enriquecerse rápidamente en base al cultivo del “grano de oro”. Por suerte este periodo tuvo corta duración dada la crisis financiera que filtró, eliminando a los anteriormente citados, quedando airosos en el asunto los verdaderos hombres de campo, entre ellos a los verdaderos agricultores cruceños, japoneses, algunos menonitas y agricultores (ex–colonizadores) andinos.

Ya desde finales del siglo pasado, el ámbito agrícola cruceño se enriquece con la participación de agricultores brasileños y argentinos que introducen a la región varias prácticas y técnicas agropecuarias más adelantadas, exitosas en sus países de origen. Así desde 1990 el área agrícola cruceña se cuadruplica a la fecha.

En esta apretada síntesis de la evolución del desarrollo agropecuario cruceño, con los actores pasados y presentes, y los que podrían presentarse al escenario, ¿valdrá la oportunidad para imaginar, proyectar, diseñar o repensar un nuevo modelo agropecuario cruceño? Personalmente estoy seguro que se debe replantear el futuro de la agropecuaria de Santa Cruz en base a las experiencias, conocimientos y situación global relativa a lo social, político, económico, y sobre todo tomando en cuenta el aspecto ambiental.

Imaginando un modelo agropecuario actualizado

El escenario actual hace necesario diseñar un modelo de desarrollo agrícola y pecuario incluyente, ajustado a las condiciones sociales, políticas, económicas, ambientales y agronómicas, tomando en cuenta los actores y escenarios locales, nacionales y mundiales. 

A pesar de que la región cuenta con áreas agropecuarias desarrolladas a nivel de primer mundo, éstas contrastan con fundos agropecuarios manejados irresponsablemente. Si bien en buena parte del área integrada de Santa Cruz es posible obtener hasta cinco cosechas en dos años, en general no se hace un buen manejo del suelo y del ambiente; se abusa de los agroquímicos, no se aporta nutrientes, no se realiza rotación de cultivos, se da una sobrecarga animal sin rotación de potreros; y lo que es peor, se hace ‘la quema anual’. Estas variables logran la ecuación perfecta para el desastre y la insostenibilidad del sistema agrícola regional.

El fundamento para la agricultura sostenible moderna se basa en la acumulación de carbono en el suelo, lo que contribuye a mejorar las condiciones del suelo para asegurar en parte cosechas seguras y abundantes. Los agricultores inteligentes y sensatos practican la siembra directa en Santa Cruz y con ello contribuyen a reducir los gases de invernadero de dos formas: reduciendo la combustión de carburantes fósiles a un tercio y acumulando materia orgánica (C) en el suelo.

Para ellos las quemas son un problema de magnitud catastrófica.

La superficie intervenida por la agricultura pasó de 413.000 en 1990 a cerca de 2000.000 hectáreas en la actualidad. Las pasturas para la pecuaria rondan el millón de hectáreas; sin embargo de estas 3.000.000 de hectáreas intervenidas, cerca de 800.000 hectáreas pueden ser consideradas barbecho en varias etapas de degradación y evolución. Pese a ello se habla de ampliar la frontera agrícola. Este último aspecto nos demuestra una total falta de coherencia, inteligencia y consideración para con el ambiente.

En la planificación y diseño de un modelo agropecuario actualizado, se debe tomar en cuenta los siguientes parámetros:


1. Se debe de considerar el cambio climático, su evolución e impactos sobre la región y la agropecuaria. En ese sentido, se deben diseñar sistemas que mitiguen los efectos del cambio climático previniendo su impacto con medidas de adaptación.

2. Es necesario diseñar sistemas agroforestales, agrosilvopastoriles y forestales de alta rentabilidad para los pequeños agricultores.

3. Se debe obligar, por todos los medios, al cumplimiento estricto de las normas establecidas por el Plan del Uso Mayor del Suelo.

4. Una cuarta tarea debe ser integrar lo agrícola-pecuario y lo forestal; es decir: introducir estas tres actividades en los sistemas productivos.

5. Deben recuperarse áreas degradas (barbechos), rehabilitando las tierras subutilizadas para su incorporación en el proceso productivo.

6. Una otra tarea pendiente es la fijación biológica de nitrógeno, evitando la aplicación de nitrógeno fósil (de síntesis petroquímica) para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, reducir costos y optimizar la producción.

7. Es necesaria la implementación de la siembra directa y la rotación de cultivos y pasturas como una importante base para un desarrollo agropecuario sostenible.

8. Deben estimularse las plantaciones forestales para recuperar agua, suelo y ambiente dándose igualmente máxima prioridad a los sistemas de cosecha, almacenamiento y conservación de aguas.

9. Por último, se debe dar tratamiento y aprovechamiento integral de los residuos animales para generar bioenergía y compuestos orgánicos.



Santa Cruz cuenta con los recursos humanos, técnicos y científicos necesarios para la planificación, diseño y puesta en marcha de un modelo agrícola sostenible. Debemos entender que los recursos naturales renovables como el suelo, el agua el aire —insumos básicos para las actividades agropecuarias— no se explotan, se aprovechan. De una agropecuaria sostenible depende el futuro de Santa Cruz.