Más allá de las pasarelas, la mujer cruceña de cara al futuro


Una mirada sobre la otra mujer cruceña en la política

POR GISELA LÓPEZ

Ahí donde el imaginario cruceño plantea una mujer típica, socialmente incapacitada de ser, por sí misma, más que apenas un otro imaginario de belleza y exhuberancia, una ‘organizadora de citas de café y voluntariados’, emerge de entre ‘nosotras’ un ellas, una otra mujer cruceña hecha de voces y voluntades que se alzan desde nuestra propia subalternidad.

Más allá de los cafés, las pasarelas y los voluntariados, más allá de nosotras (las otras ‘otras’, las mujeres de la denominada clase media) están ellas. Mujeres que, silenciosamente y bien desde abajo, desde las ‘bases’, forjan liderazgos a punta de pulmón y ‘cuero’ (decididas a soportar ‘de todo’ para consolidar liderazgos políticos).

Élida Urapuca, Alcaldesa del Munici-
pio de Ascensión de Guarayos
Élida Urapuca, actual Alcaldesa de Asunción de Guarayos, por ejemplo, es la única mujer indígena que logró ganar las elecciones en un municipio de las tierras bajas de Bolivia donde siete alcaldías están en manos de originarios, de las cuales seis tienen alcaldes hombres. De 56 municipios que tiene el departamento de Santa Cruz, cinco terminaron en poder de indígenas. Uno de ellos encabeza Urapuca. Como es posible ver, en materia de reivindicación de derechos políticos de la mujer y de la mujer indígena, hay avance, pero en cámara lenta. Basta con sentarse a conversar con ellas para enterarse de todo lo que hicieron para encabezar, por ejemplo, las organizaciones femeninas de mujeres campesinas Bartolina Sisa. Doña Rosmery (nombre ficticio), una campesina protagonista de una organización femenina de mujeres del campo, logró vencer los malos tratos de su pareja que no soportaba las ‘reuniones’ de mujeres de su comunidad. El día en que venció los malos tratos, fue el día en que se ‘coronó’ en una posición política de mando a nivel nacional. Fue entonces que su marido ‘aceptó’ el liderazgo de su esposa y comenzó a ‘gozar’ del mismo. Por eso sostengo que estos liderazgos son concebidos a ‘cuero’ y pulmón.

Para escribir sobre la mujer en tiempos de cambio, hay que abrir bien los ojos y mirar todo el abanico de mujeres que tiene Bolivia. En ese sentido, podría decirse que en Bolivia se registra, en paralelo, una lucha de mujeres que bregan por reivindicar sus derechos. La del movimiento feminista, de entorno evidentemente urbano; y la de las organizaciones campesinas e indígenas, más rural que urbano. Si bien ambos ‘movimientos’ no han fusionado sus agendas, ambos han avanzado en pro de sus intereses y, sin proponérselo, sus agendas han terminado siendo complementarias.

El paraguas legal que allanó el camino

Evidentemente fueron ellas las que le pusieron el cuero y los pulmones a sus luchas. Sin embargo, un paraguas normativo, internacional y nacional, apuntaló este proceso de inclusión de mujeres indígenas y campesinas en la política boliviana. Desde la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, pasando por la Convención Internacional sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial, hasta el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se reconocen y demandan a los estados signatarios el respeto de los derechos políticos de la mujer indígena.

En Bolivia, la nueva Constitución Política del Estado (CPE) es el gran paraguas que ha servido a las mujeres del campo para avanzar en esta reivindicación. Desde el comienzo, la Carta Magna abandera la inclusión de la plurinacionalidad boliviana “con equivalencia de condiciones entre hombres y mujeres” (textual Art. 11). El salto ha sido cualitativo ya que la CPE reconoce de manera inequívoca el principio de equivalencia, paridad e igualdad entre hombres y mujeres en las instancias de representación política. Este logro, por ejemplo, es un denominador común que favorece a las mujeres de todos los segmentos de la sociedad boliviana indistintamente. Si a este gran avance —literal— fusionamos la participación de los pueblos y naciones indígenas en la política boliviana, cuya nueva Constitución (Art. 146 parágrafo VII) crea las circunscripciones especiales indígenas originarias campesinas para la Asamblea Legislativa Plurinacional, veremos mayores resultados. Es tan claro el texto constitucional en este aspecto que, incluso, establece criterios que garantizan la plena participación de mujeres y pueblos indígenas (Art. 147) en este poder del Estado. Para los niveles subnacionales, donde están las jurisdicciones departamentales, regionales, municipales e indígenas también existe un marco jurídico constitucional y otras nuevas leyes complementarias que respetan la igualdad de oportunidades en candidaturas entre varones y mujeres. Se destaca la imposición a las organizaciones políticas para que respeten el principio de alternabilidad en las listas (candidato titular hombre con su suplente mujer y/o viceversa). El mayor logro, para hombres y mujeres indígenas, es el referido al respeto de sus derechos en el momento de elegir y/o designar a sus representantes mediante sus usos y costumbres. En este último aspecto, en Santa Cruz, de los cinco pueblos indígenas que aún tiene el departamento, cuatro han logrado consolidar presencia en la Asamblea Departamental después de haber elegido a sus representantes mediante usos y costumbres. En tanto que aún, la representante de los yuracaré-mojeños no logra asumir su curul a pesar de haber sido elegida legítima y legalmente, respetando las costumbres y la normativa electoral vigente*.

De los cinco indígenas en la Asamblea Departamental, cuatro titulares son hombres y la única mujer, representante de los yuracaré-mojeños, no logra consolidar su curul debido a las trabas políticas. En este nivel, lo masculino se impone. Es decir, se avanza en el derecho indígena, pero no en el acceso al poder por parte de la mujer.

Datos y cifras necesarios

Hay algunas cifras que vale la pena apuntar a la hora de referirse a las mujeres en la política. La presencia indígena en los diferentes niveles de gobierno del Estado boliviano es la clave para la consolidación real del sentido plurinacional. La presencia de la mujer, indígena y no indígena, en estos mismos espacios será clave para el afianzamiento del nuevo Estado incluyente del que habla la Constitución. El avance, insisto, todavía sigue en el papel. La presencia indígena originaria campesina de mujeres es aún manifiestamente incipiente. En el nivel municipal las brechas son aún más amplias. Apenas el 7% de los 337 municipios de Bolivia fueron ganados por mujeres, es decir 22 alcaldesas en todo el país, de las cuales una es Élida Urapuca, la única mujer indígena elegida en las tierras bajas.

En este nivel de gobierno nuevamente se visibiliza la ausencia de la mujer, sobre todo indígena, cuya participación política de jerarquía es casi nula. Entonces una se pregunta: ¿Dónde quedan los principios de paridad, igualdad y alternancia anotados incluso en la Constitución? En los Concejos Municipales se registran avances significativos en materia de género. En las elecciones de 2010, de 1831 concejales municipales elegidos en los 334 municipios de Bolivia, 785 son mujeres, es decir el 43%, porcentaje que a pesar de ser elevado en comparación a los resultados de las elecciones de 2004, aún no es equitativo con la cantidad de hombres elegidos concejales. Hasta aquí los datos nos sirven para analizar el rol de la mujer, sobre todo la indígena, en la política electoral. Pero es necesario preguntarnos ¿cuál es el protagonismo de la mujer indígena en las instancias ejecutivas del Estado en diferentes niveles de gobiernos? Más allá del simbólico gabinete ministerial del Presidente Evo Morales, equitativo entre hombres y mujeres, la realidad es abismalmente desequilibrada en el resto del Estado en sus diferentes niveles de gobierno. Basta con mirar las estructuras jerárquicas de los ejecutivos del municipio de Santa Cruz de la Sierra y de la Gobernación del departamento para encontrar la respuesta.

El tema en discusión

¿Cuál debe ser el lugar y el protagonismo de la mujer en el nuevo cruceñismo del siglo XXI? ¿Cuáles son sus espacios políticos posibles? Sobre estas interrogantes debí escribir el presente artículo. Pero desviamos la mirada hacia otros rostros de mujeres que, agitadamente, hacen también política. Estas mujeres, que viven en el mundo rural principalmente, sortean los mismos y mayores obstáculos que nosotras cuando nos atrevemos a incursionar en las movedizas arenas de la política. El lugar y el protagonismo de la mujer en el nuevo cruceñismo debe romper con los esquemas conservadores que aún mandan en nuestra sociedad, donde la mujer —la que quiere ingresar a la política— está para rellenar las listas y para las suplencias, y como si fuera poco, al margen de la franja de seguridad del listado de candidatos. Los espacios políticos posibles para las mujeres debieran ser todos a los que la mujer quiera acceder, y en igualdad de condiciones y oportunidades que el hombre. M


* A la fecha de redacción de este artículo, la posesión de la representante yuracaré-mojeña no se había producido.
N. del E.