La construcción de imaginarios en la identidad cruceña


Segunda Parte

POR ROCIO ESTREMADOIRO RIOJA

¿Cuáles fueron aquellos procesos históricos que reforzaron la identidad cruceña hegemónica, que marcaron los rasgos políticos e ideológicos que en los años posteriores endurecieron la ‘identidad cruceñista’ y definieron la tendencia ideológica de las entidades cívicas cruceñas y de buena parte de sus representantes políticos?

En la primera parte de este artículo (Mojón 21, Edición Inaugural, págs. 47, 48 y 49) nos referimos a dos procesos históricos que reforzaron la identidad cruceña hegemónica basada en el antagonismo región–antiregión. Primero, el enfrentamiento que ejercieron los cívicos cruceños militantes de la Falange Socialista Boliviana (FSB) ―Santa Cruz se convierte en su sede central― y sectores de la élite agroindustrial y empresarial contra los gobiernos de la revolución del 52; y, segundo, la determinante participación de éstos en el golpe y dictadura de Banzer a partir de la cual, por primera vez, la élite cruceña accedería directamente al poder, hechos ambos que se constituyeron en fragmentos de la interpretación ideológica y política dominante en Santa Cruz, estructurando los siguientes imaginarios:

1. Un anticomunismo visceral, heredado del espectro ideológico de la FSB, reforzado por los enfrentamientos con los gobiernos del Movimiento Nacionalista Revolucionario (como el de Terebinto) y sellado y puesto en práctica con la dictadura de Banzer.
2. Como es evidente, el anticomunismo fue parte de la reacción de las élites latifundistas, empresariales y agroindustriales cruceñas contra cualquier propósito político opuesto a sus intereses: fuesen éstos el estatismo de la revolución de abril, el proyecto ‘nacionalista’ de Ovando y Torres, o los intentos de la izquierda boliviana en la década de 1970.
3. La lucha contra el ‘comunismo’ se presentaba ligada a las reivindicaciones regionales cruceñas ya que en los imaginarios se relacionó al ‘extremismo’ o al ‘caos y anarquía’ como ‘un mal propio del occidente boliviano’ que acentuaría el centralismo y opresión de Santa Cruz.

Estos imaginarios marcaron los rasgos políticos e ideológicos que en los años posteriores endurecieron la ‘identidad cruceñista’ y definieron la tendencia ideológica de las entidades cívicas cruceñas y de buena parte de los representantes políticos del Departamento (generalmente ligados a los ámbitos empresariales). Por ello, con el ocaso de la dictadura de Banzer, en el incierto periodo previo a la transición democrática definitiva iniciada en 1982, no es de extrañarse que tanto el Comité Pro Santa Cruz como los principales cabecillas de la élite cruceña simpatizaran con las tendencias militares conservadoras y reacias a la transición democrática mientras el ‘peligro comunista’ fuera una ‘amenaza’. Así, tanto en las elecciones de 1979 como en las de 1980, la Unión Democrática Popular (UDP) ―que se consolidó como el partido que logró agrupar a gran parte de la izquierda que retornó del exilio y que era liderada por Hernán Siles Suazo― se convirtió en el principal blanco de los defensores del ‘cruceñismo’: por un lado no sólo volvía el tan despreciado Siles Suazo ―visto como el símbolo de la masacre de Terebinto― sino que al mismo tiempo volvía como ‘heredero’ del ‘comunismo’ que tanto se quiso eliminar en los gobiernos autoritarios.

Un hecho ilustrativo en este sentido sucedió el 20 de junio de 1979 cuando un grupo de paramilitares se atrincheraron armados en el aeropuerto “El Trompillo” ‘prohibiendo’ la llegada de Siles Suazo a Santa Cruz bajo la consigna de: “Siles, Santa Cruz será tu tumba”. Según algunas denuncias de la época, el grupo armado había sido incitado por el mismo Comité Pro Santa Cruz y era compuesto por conocidos falangistas y banzeristas. En dicho mitin, se enarbolaron las banderas cruceñas como símbolo de rechazo ante el ‘extremismo colla’ encarnado en la persona de Siles. Aunque hasta ahora sigue siendo muy polémica y discutida la participación de representantes cívicos, empresariales y falangistas cruceños ―primero en el golpe de Natusch y luego en la dictadura de García Mesa― no se puede negar que la arremetida militar de García Mesa  fue una continuación de la dictadura de Banzer, pero amplificada en la violencia y represión política que se ejerció. El cercenamiento de las libertades civiles, la violación a los derechos humanos, la corrupción sin medida, el manejo irresponsable del Estado y su relación directa con el narcotráfico tuvo antecedentes en el banzerato. Consecuentemente, el gobierno de García Mesa sustentaba los mismos ejes discursivos e imaginarios sociales de la matriz ideológica del banzerato, incluyendo los imaginarios regionalistas cruceños que consolidaron el apoyo al régimen ―por lo menos inicial― de varios empresarios, cívicos y  banzeristas de Santa Cruz, incluido el mismo Hugo Banzer Suárez.

Una vez consolidada la transición democrática y repuesto el Congreso de 1980 que le dio la presidencia a Siles Suazo, el Comité Pro Santa Cruz, la FSB, las élites cruceñas y varios sectores sociales de Santa Cruz interpelados por los imaginarios regionalistas, se catapultaron como una de las formas más recalcitrantes de oposición a la UDP. Siguiendo el lineamiento ideológico que describimos, nadie mejor que el Estado central (gobernado por la UDP) proyectaría la imagen de un retorno de los aprestos ‘comunistas’, convirtiéndose en el némesis de los ‘intereses de Santa Cruz’. La UDP se enfrentó a una crisis económica sin precedentes (heredada de años antes) y a una ingobernabilidad acrecentada por la oposición parlamentaria del MNR de Paz Estenssoro y de la Acción Democrática Nacionalista (ADN), partido que ‘democratizó’ al banzerismo. Ambas fuerzas políticas obstaculizaron las iniciativas del Ejecutivo para buscar salidas viables a la crisis y, junto con los sectores sociales, obreros y sindicales, se movilizaron ante cualquier tentativa de ajuste económico, propiciando la división de la alianza de gobierno; se acorraló al Presidente Siles, que quedó sin apoyo alguno. Parte de la vulnerabilidad del gobierno fue resultado del permanente boicot que vivió, no sólo desde el Parlamento y de la ultraizquierda, si no desde las posiciones políticas derechistas y de sectores empresariales que lo seguían vinculando al comunismo ―tema determinante en los aprestos ‘cruceñistas’. En este sentido, es ilustrativo lo que dijo el ex dirigente del Comité Pro Santa Cruz, Nino Gandarilla Guardia:

“Los cruceños sólo hemos podido avanzar en nuestras aspiraciones autonomistas cuando su cúpula empresarial le teme al comunismo. En los ochenta crecimos porque le temían a Siles Suazo y en el nuevo milenio porque le temían a Evo Morales. En otros tiempos, yo lo he visto, el Comité no tiene ni para pagar sus teléfonos”.

En el nuevo milenio la hegemonía simbólica regionalista de Santa Cruz se fortalecería encabezando fuertes movimientos de reacción frente al ascenso al poder del Movimiento al Socialismo (MAS) que vendría a representar una nueva modalidad del “comunismo” ligado a  lo mayormente despreciado por los imaginarios cruceñistas: el acceso del indígena–originario al manejo del Estado: es decir, la máxima expresión de ‘lo colla’.

Región y antiregión a partir del ascenso del MAS

Los tiempos que precedieron a la caída de la UDP estuvieron marcados por una democracia estable, basada en el presidencialismo parlamentarizado; y, en lo económico, en el ensayo del neoliberalismo. Lo que se entendía como estabilidad democrática requería de cierto tipo de ‘consensos’ entre las principales fuerzas políticas protagonistas de este periodo que dejaron de lado sus posiciones ideológicas fundacionales y se sumaron a las recetas de la economía de mercado. Así, no hubo mayores diferencias entre los gobiernos del MNR y del Acuerdo Patriótico para alternarse en el poder (aliados con la mayoría de los partidos representativos de ese entonces). Parecía que las dictaduras habían cumplido su cometido de eliminar a la izquierda boliviana, ya que muchos de sus sobrevivientes llegaron a sumarse a Hugo Banzer ―su otrora principal enemigo― para seguir el vaivén de la democracia pactada y las reformas neoliberales. En este contexto, los dirigentes cívicos, empresariales y políticos cruceños tradicionales tendieron a participar de todos los gobiernos; especialmente en el de Banzer, electo democráticamente en 1997.

En la década de los 90, se empezó a enarbolar la reivindicación que se convertiría en su principal demanda y baluarte político: la autonomía. Pero no es hasta la caída de Gonzalo Sánchez de Lozada en el año 2003 y la emergencia de los movimientos sociales indigenistas que la autonomía de convierte en la bandera del regionalismo cruceño recalcitrante que, ante la hegemonía del MAS en el ámbito nacional a partir del 2005, pretende atrincherarse en el nivel departamental como último reducto contra el “centralismo colla”, ahora encarnado en su máxima expresión: los gobiernos de Evo Morales. La renuncia de Sánchez de Lozada fue considerada una metáfora del cenit de la crisis del modelo neoliberal y de la democracia “pactada”, expresada en el presidencialismo parlamentarizado. Entonces surgen nuevos actores políticos que cambian la hegemonía del poder, al punto de desplazar a un segundo plano a los sectores que tradicionalmente accedieron al manejo del Estado. La respuesta de los actores y partidos desalojados por este cambio hegemónico fue atrincherarse en los niveles intermedios y/o locales de la organización territorial del poder; y en ello las élites cruceñas han sido las más poderosas y las de mayor convocatoria.

El malestar y las interpelaciones ultraregionalistas ―como reacción al cambio de hegemonía― se pudieron percibir en Santa Cruz aún antes de que el MAS ganara las elecciones del 2005. En las mismas jornadas de protesta que propiciaron la salida de Sánchez de Lozada se dieron enfrentamientos entre campesinos y miembros de la Unión Juvenil Cruceñista (que recurrió al uso de una violencia desmedida) a raíz de que estos últimos aludían constantemente al peligro de la/una ‘invasión colla’, atribuyéndole tal sentido a las manifestaciones campesinas. Luego del desenlace final, el ánimo ‘regionalista’ en Santa Cruz recrudeció teniendo como antecedentes a los años posteriores a la revolución del 52, las vísperas del golpe de Banzer y la caída de la UDP.

Como respuesta al proyecto del MAS, que giraba en torno a la realización de la Asamblea Constituyente, se planteó la consolidación de las autonomías departamentales, para lo cual las principales organizaciones cívicas y políticas en Santa Cruz comenzaron a trabajar elaborando un Estatuto Autonómico. Se organizaron masivos cabildos donde se reforzaron al máximo los imaginarios regionalistas descritos. La bandera cruceña, empezó a ser vista en casas, autos, postes y podían leerse por doquier slogans como: “Santa Cruz no le debe nada a Bolivia”.

En este sentido son ilustrativos los cuatro cabildos que se constituyeron a partir de esta coyuntura. El primero fue en junio de 2004 y exigió la realización del referéndum por las autonomías departamentales. El segundo fue en enero de 2005, donde se caldearon los ánimos al estar cercanas las elecciones; como resultado, se validó la conformación de la Asamblea Provisional Autonómica, que estaría a cargo del Comité Pro Santa Cruz y la convocatoria al referéndum autonómico y elecciones de prefectos por cuenta propia si el gobierno no cedía ante las demandas. El tercer cabildo fue previo al referéndum autonómico realizado en julio de 2006, donde ganó el SÍ por la autonomía. El cuarto cabildo a fines de 2006; tal vez el más importante e ilustrativo de todos, ya que exigió al gobierno la validación de los resultados del referéndum autonómico, “autorizó” la redacción de un Estatuto Autonómico por la Asamblea Provisional Autonómica y al mismo tiempo rechazó el proceso constituyente que se realizaba en Oruro con la hegemonía del MAS.

De alguna manera, estas movilizaciones equilibraron la pulseta entre el gobierno del MAS y los sectores hegemónicos de Santa Cruz y otros departamentos con fuerte oposición. No solamente se realizó un referéndum autonómico exitoso si no que previamente contribuyeron a garantizar la elección directa de prefectos el 2005 (en Santa Cruz ganó uno de los principales representantes del Comité Pro Santa Cruz, Rubén Costas Aguilera, que el 2008 fue ratificado y el 2010 resultó reelecto como Gobernador al reconocerse constitucionalmente las autonomías departamentales). Igualmente, el 2008, una gran mayoría votó a favor del Estatuto Autonómico elaborado por la Asamblea Provisional Autonómica.

Imaginarios regionalistas, cultura y estereotipos

En este periodo de fuerte confrontación entre las autoridades y cívicos cruceños y el gobierno del MAS, los imaginarios regionalistas empezaron a trascender cada parte de la vida cotidiana de Santa Cruz incluyendo expresiones culturales que, aunque siempre significaron una cara clara y distintiva de la identidad e imaginarios cruceños, con la efervescencia de los ánimos y el enfrentamiento de proyectos políticos distintos, cumplieron la función de reforzar las diferencias entre la región y la ‘antiregión’. Hablamos del carnaval, las fiestas cívicas, la Feria Internacional y hasta los concursos de belleza.

Si nos referimos al carnaval, es necesario aclarar que es uno de los eventos festivos más esperados en Santa Cruz como referente identitario desde hace décadas atrás. Existe mucho material simbólico sobre el carnaval cruceño en diversas manifestaciones literarias y artísticas costumbristas. Como parte de la herencia de redes familiares que aún perduran en Santa Cruz, a pesar de su crecimiento acelerado como ciudad, el carnaval parece reforzar los lazos comunales, parentales y de roles tradicionales de género a los que nos referiremos más adelante.

En la coyuntura que estudiamos, si se trata de analizar la efervescencia de los imaginarios regionalistas, posiblemente uno de los festejos carnavaleros de mayor envergadura fue el 2005, “el carnaval de la autonomía”, celebrado poco después de uno de los cabildos mencionados. Como anota Gustafson (2006) las movilizaciones por la autonomía y las acciones contra el “centralismo” elevaron al máximo la temperatura del carnaval que buscó reflejar la “identidad” cruceña frente a la otredad (el occidente boliviano y el Estado central) que, como nunca, fue percibida como alteridad. La música, los bailes, trajes, carrozas y toda indumentaria de los festejantes giraron en torno a los símbolos regionales y una peculiar interpretación maximizada del folclore ‘camba’, al punto de que se prohibió la participación de fraternidades folclóricas que representaban otras danzas de Bolivia. La consigna de ‘autonomía’ y los colores de la bandera cruceña inundaron las calles y hasta la reina del carnaval se llamó “reina de la autonomía”. La alegría, propia de la fiesta, fácilmente, se transformó en protesta, muchas veces cargada de violencia racial contra “lo colla”. Similares situaciones acontecieron en la celebración de las efemérides cruceñas el 24 de septiembre, que es, en el imaginario colectivo cruceño, ‘la’ efeméride, relegando a un segundo plano, inclusive, los festejos del 6 de agosto, día de la Independencia de Bolivia. Así, en el mes de septiembre, suelen concentrarse las actividades que son más significativas para Santa Cruz, y una de ellas es la realización de la Feria Internacional que también ocupa un lugar determinante en los imaginarios de la identidad cruceña. La Feria (EXPOCRUZ), al haberse convertido en uno de los eventos empresariales y mercantiles más importantes y masivos de Bolivia, alimenta el imaginario cruceño de “prosperidad”, ‘modernidad’ y ‘cosmopolitismo’. De esa manera se fortalece la idea de que si el cruceño ha prosperado es por el  ‘trabajo fecundo’ que se abandera como sinónimo de ‘buenos negocios’ y predominio del mercado, en el sentido más literal de la palabra. Entonces, implícitamente, se refuerzan las diferencias con la alteridad colla, que es percibida en ese imaginario como ‘los que no prosperan’ o los que al vivir en ‘permanente conflicto’, ‘no trabajan’ y menos aún permiten el desarrollo normal de los ‘negocios’.

Si bien el fenómeno ferial no es exclusivo de Santa Cruz (en el resto de los departamentos hay ferias similares con la reproducción de los mismos estereotipos), en la Feria de Santa Cruz, al igual que en el carnaval, se sustentan roles de género muy marcados en la formación social cruceña que también estructuran su identidad. Como bien sabemos, uno de los componentes cruciales de la Feria es la contratación de azafatas para que presenten los productos exhibiendo su figura. Mientras más prestigiosa sea la modelo, mayor popularidad de la empresa. Así, la exposición de mujeres de la Feria se relaciona con los numerosos concursos de belleza que se organizan en Santa Cruz, también como símbolo distintivo. Los estereotipos vinculados a estas prácticas son claros. Por un lado está la Santa Cruz empresarial y próspera representada por los hombres ‘machos’ y ‘viriles’ que cumplen un papel de proveedores exitosos (fundado en los ‘buenos negocios’) y que adquieren la función de ‘guerreros defensores’ en las confrontaciones regionalistas (pensando en las violentas arremetidas de la Unión Juvenil Cruceñista). Por otro, las mujeres cruceñas cumplen un doble rol. Las jóvenes están destinadas a seguir cierto patrón de belleza para ser prestigiosas en la comunidad. Como bien indican las mismas modelos o los detentores de la industria de la belleza en Santa Cruz, a las ‘niñas’ se las educa desde pequeñas para desempeñar la ocupación de ‘objeto sexual’ y ‘material de exhibición’. Este estereotipo de mujer, en los imaginarios regionalistas, se lo contrasta a la catalogación que se hace de la mujer del occidente boliviano ―a la ‘colla’― fácilmente señalada como ‘fea’ o ‘poco deseable’, de acuerdo a ciertos prejuicios raciales ―heredados de la colonia― que perduran. El estereotipo de lo femenino se ha constituido en una fuente de referencia identitaria tan grande en Santa Cruz que una demostración anecdótica de la fuerza de este imaginario es lo dicho en el certamen de Miss Universo por una Miss Bolivia de origen cruceño ―hoy presentadora de noticias en televisión―, palabras que resumen las redes de oposición regionalistas frente al occidente boliviano,  cuando le preguntaron: “¿Cuál es uno de los conceptos erróneos más grandes de tu país”? Ella contestó:

“Umm... unfortunately, people that don’t know Bolivia very much think that we are all just indian people from the west side of the country, it’s La Paz all the image that we reflect, is that poor people and very short people and indian people. I’m from the other side of the country, the east side and it’s not cold, it’s very hot and we are tall and we are white people and we know English...”

Pese a esas vergonzosas declaraciones, algunos grupos afines al Comité Pro Santa Cruz, recibieron a la Miss, a su retorno del concurso, colmándola con reconocimientos de todo tipo, lo que denota su clara identificación con tal mentalidad. El resto de las mujeres, o las modelos mismas cuando ‘envejecen’, en general, desempeñan la función de madres y/o esposas tradicionales y sumisas. Su actividad pública ―en el caso de las élites, donde son tomadas como ‘ejemplos a seguir’― suele reducirse a los Comités Femeninos dedicados a actividades sociales y obras de caridad más que a actividades políticas o productivas. Empero, en los momentos de confrontación política, el mito sufre una sutil transformación, ya que las mujeres tienden a aparecer como la imagen de las protestas y movilizaciones regionalistas. Fue muy comentada la participación y “valentía” de la “mujer cruceña” en las asonadas que dieron inicio al golpe de Banzer al punto de que se especuló que el mismo golpe de Estado se gestó desde los clubs de té y de beneficencia18. Algo similar se indica en los relatos de la caída de la UDP. En las movilizaciones regionalistas de los últimos años es evidente la presencia femenina, pero como “figura”. Las reinas de belleza y/o las señoras “de bien” suelen estar detrás de los líderes hombres, mientras éstos pronuncian sus encendidos discursos.

A manera de conclusión

Las elecciones generales del 2009 han mostrado el ascenso del MAS en Santa Cruz. Aquello, más un conjunto de estrategias bien aplicadas por el gobierno central, parece haber debilitado al extremo al Comité Pro Santa Cruz, a la Unión Juvenil Cruceñista y hasta al propio Gobierno Autónomo Departamental de Santa Cruz. La Ley Marco de Autonomías promulgada en julio de 2010, aparenta haber saldado las encontradas interpretaciones sobre lo que debían ser los procesos autonómicos departamentales. Si bien las organizaciones cívicas y políticas cruceñas manifestaron su descontento frente a los postulados de esta Ley, la voz de su protesta y hasta su capacidad de convocatoria se perfila sumamente frágil, en especial en comparación con la detentada años antes.

Posiblemente uno de los factores determinantes de ésta ‘caída’ ha sido la fuerte campaña ofensiva del gobierno contra los principales dirigentes y autoridades cruceñas supuestamente implicadas en un también supuesto grupo terrorista–separatista; dirigentes y autoridades cruceñas que, por esa y otras causas, han sido sometidos a sendos procesos judiciales. Igualmente, el Estado central se ocupó de reproducir algunos imaginarios de la identidad cruceña como parte de su “idiosincrasia”. A esa guisa, se vio a las principales autoridades gubernamentales tanto como abanderados de la autonomía como festejando el éxito de las Ferias Internacionales cruceñas, piropeando ‘la belleza de sus mujeres’ y hasta prometiendo y negociando para que Santa Cruz sea, algún día, sede del concurso de Miss Universo. De la misma manera y para las elecciones del 2009, recibieron en las filas del MAS a algunos tórridos, violentos y otrora recalcitrantes personajes ultraregionalistas de la Unión Juvenil Cruceñista, bajo la justificación de que “el proceso de cambio está abierto a todos”. Estas ‘tácticas’ ―no siempre éticas― parecen haber amortiguado la convocatoria de los imaginarios regionalistas que sostuvieron por tanto tiempo a los sectores hegemónicos de Santa Cruz que, aunque no han dejado de ser fundamentales para comprender los procesos políticos cruceños, parecen estar dormidos o radicalmente disminuidos. Por lo menos por ahora. M