¿Comenzó la decadencia del MAS?


POR REYMI FERREIRA

¿Fue solo el ‘gasolinazo’ o hubo otras causas? Como río que se torna de apacible corriente en furiosa y turbulenta riada, el enfrentamiento en Caranavi el año 2010, la marcha de los pueblos indígenas del Oriente exigiendo sus autonomías, el conflicto con los departamentos de Potosí y Oruro y las primeras tensiones con la COB el año pasado por el tema salarial, fueron al parecer señales subestimadas que denotaban que algo sucedía  entre algunos sectores de la sociedad civil y su relación con el gobierno.

Actualmente ya es común el afirmar que después del  denominado ‘gasolinazo’ de diciembre del año 2010 algo ha cambiado en el escenario político nacional, un cambio repentino, imprevisto y de magnitudes insospechadas. A muchos ha causado sorpresa la velocidad con la que la autoridad y legitimidad del presidente Evo Morales ha venido deteriorándose a partir de entonces. Algunos creen que se trata de un proceso de decadencia irreversible, otros consideran que es un derrumbe en caída libre y los más cautelosos sostienen que es un bajón natural, circunstancial, comprensible luego de cinco años de ejercicio del poder.

El denominado ‘gasolinazo’ y sus consecuencias, señalan un punto de inflexión que si bien no ponen en riesgo la estabilidad ni la continuidad del gobierno del MAS —por lo menos hasta el fin de su mandato— ha significado una estocada que señala el fin del ascenso ininterrumpido del MAS en la aceptación ciudadana, en la estrategia de la captura de los espacios de poder y, principalmente, ha puesto en duda la irreversibilidad de la implantación de un proyecto político hegemónico del gobierno a largo plazo.

Si bien la reacción de la población contra el alza de los hidrocarburos pareció ser el detonante inmediato de la crisis, existen causas que venían incubándose de forma paulatina y que estallaron con el ‘gasolinazo’.  Al igual que un turbión, cuya aparición parece ser súbita pero que sin embargo no lo es ya que se anuncia con días de anterioridad por las ramas que trae la corriente, por los cambios en el color del agua y por la aparente normalidad en el cauce del río que en pocos minutos se transforma de apacible corriente en furiosa y turbulenta riada, el enfrentamiento en Caranavi el año 2010, la marcha de los pueblos indígenas del Oriente exigiendo sus autonomías, el conflicto con los departamentos de Potosí y Oruro, las primeras tensiones con la COB el año pasado por el tema salarial, fueron señales subestimadas que denotaban que algo sucedía  entre algunos sectores de la sociedad civil y su relación con el gobierno. En el aspecto político, la victoria del MSM (Movimiento Sin Miedo) en ciudades como La Paz y Oruro, y la victoria de Joaquino en Potosí, indicaban también que la hegemonía del MAS en las capitales de los departamentos del Altiplano, tradicional terreno masista, no era tan compacta como se daba por sentado luego de la contundente victoria en las elecciones presidenciales de diciembre del año 2009.

¿Cuáles son las características de este descenso de la popularidad del régimen? Una primera caracterización de esta caída en la percepción respecto al gobierno es que esta se produce principalmente en sectores de la población que eran afines al gobierno en la zona andina. Los cuestionamientos que más desgaste le han causado no vienen de los sectores empresariales de la derecha o de la región oriental, sino que se originan en movimientos corporativos organizados como el de los mineros, fabriles, juntas vecinales, e inclusive algunos sectores indígenas y cocaleros. Se cuestiona al MAS por su adhesión a políticas neoliberales y, aunque parezca paradójico, se está asociando al gobierno con los regímenes anteriores a los que en su momento el MAS cuestionó y ayudó a derrocar. Otra peculiaridad de la coyuntura es que la oposición que cuestiona y enfrenta al gobierno no es organizada por un partido político, sino que proviene de movimientos sociales, sindicales y barriales. No se puede negar, pese a lo anterior, que organizaciones políticas como el MSM y la UN, así como grupos menores disidentes del MAS han contribuido a fortalecer las acciones contra el gobierno. Los sectores tradicionalmente opositores como la derecha, en especial a través de los medios de comunicación que maneja, han aportado cuota aparte promocionando, exagerando los conflictos —en detrimento del gobierno— en una actitud de hostilidad mediática que no se ha modificado de manera alguna en los últimos cinco años.

Los elementos centrales de la crisis al parecer son los siguientes: la aparición en el escenario económico de turbulencias, la falta de diversificación en la actividad productiva, el decremento de las inversiones y por lo tanto en la producción de hidrocarburos, el incremento del los precios de los hidrocarburos que se importan desde el extranjero (por ejemplo: Bolivia le compra gasolina a Chile, a precios del mercado internacional), la aguda escasez de alimentos producidas por la alta demanda internacional de los mismos, la sequía y también por la falta de incentivos a la producción agropecuaria. La tendencia inflacionaria que fue avivada por el incremento del precio de los hidrocarburos, que aunque luego bajaron, no impidió que  los precios de los otros productos no bajaran en el mercado. Se podría mencionar adicionalmente, la gran cantidad de recursos que el Estado debe destinar a obligaciones sociales asumidas como los diferentes bonos y a las inversiones sin resultado en empresas estatales que a la fecha no suman sino medran recursos al Estado. Bolivia vivió en los últimos cinco años un periodo excepcional en la economía debido al precio elevado de las materias primas que produce —en el mercado internacional— hecho que sumado al incremento a los tributos a la renta petrolera, generaron excedentes económicos importantes que permitieron sostener el proyecto político de transformación llevado adelante por el MAS desde el año 2006. El año 2010, sin embargo, los vientos comenzaron a cambiar, ya no se habla de superávit, sino de déficit, y si bien la macroestabilidad se mantiene, existen varios puntos de presión que inciden en la misma y en el comportamiento económico.  No es lo mismo gobernar con el viento a favor, que tener la economía en contra. Se debe agregar, que uno de los principales méritos que el pueblo reconoció al  presidente Morales y su gobierno fue el haber incrementado el tributo sobre los hidrocarburos y asumir la mayoría de las acciones en las empresas en las diferentes fases de la actividad petrolera. De ahí que cuando se anuncia que el precio de los hidrocarburos se va a elevar en un porcentaje tan elevado que no tiene antecedentes en nuestra historia, salta la duda de la efectividad de la medida de la nacionalización, duda que se plasma  no en el plano del debate o la academia, sino en la vida diaria de los bolivianos que se preguntan por qué tienen que pagar tan cara la gasolina o el diesel, si con la nacionalización se debería no solo aumentar la producción, sino además reducir sus costos.

Existen otros factores que explican la crisis política que vive el país y es que la fuente de la oposición está no solo radicada en algunos movimientos sindicales y sociales en el occidente del país, sino también en partidos políticos de oposición no conservadora, que desde la izquierda o desde el centro comienzan a estructurar un discurso contestatario. Es el caso del Movimiento Sin Miedo (MSM) y en menor medida de la Unidad Nacional (UN), organizaciones políticas que están empezando a disputar espacios electorales y políticos con el Movimiento al Socialismo (MAS), hasta no hace mucho expresión monopólica de la política. El debilitamiento de la oposición en la parte oriental del país, en los departamentos de la llamada “media luna”, ha tenido un efecto paradójicamente negativo para el gobierno, quien no puede utilizar discursivamente el ‘terrorismo’, el ‘separatismo’ o la acción de las ‘oligarquías de la media luna’ para cohesionar tras de sí a las mayorías de los departamentos occidentales que en general tienen posiciones contrarias a las expresiones políticas orientales, en parte por desconocimiento, en parte por xenofobia, en parte por manipulación (recuérdese el hecho de cuando la renuncia del Presidente Carlos Mesa emergió la posibilidad de que accedan a la presidencia por orden de sucesión tanto Hormando  Vaca Diez, como presidente de la Cámara de Senadores, o Mario Cossío como presidente de la Cámara de Diputados, el estribillo general en La Paz y otras ciudades del Occidente fue: “Un camba ni cagando”).

Es también notorio el que en esta crisis la derecha y sus instrumentos políticos, institucionales y los mediáticos, han incidido muy poco en el cambio de opinión de los ciudadanos. El año 2010 se implantó la Ley contra la Discriminación, hecho que abrió un enfrentamiento duro con los medios de comunicación, conflicto que no hizo mella en el apoyo popular al MAS o al presidente, tampoco afectaron las denuncias de “persecución judicial” o las arteras destituciones de alcaldes y gobernadores opositores que habían sido ungidos por el voto ciudadano. Inclusive las denuncias de narcotráfico o actos de corrupción hecha contra funcionarios del ejecutivo tuvieron mayor repercusión.

Queda claro que las fuerzas que hoy enfrentan al gobierno, son fuerzas que en parte conformaron hasta no hace mucho el bloque social que se impuso electoral y políticamente en los últimos cinco años, que el debilitamiento del gobierno no es el fortalecimiento de la oposición conservadora que sigue extraviada, y que el empoderamiento de los sectores sociales fomentados por el actual gobierno, ha resultado ser un elemento  impredecible. En la actual coyuntura  la calle nuevamente es espacio de resolución de conflictos y de expresión de tensiones, (que implica el reconocimiento de una debilidad de la institucionalidad estatal) que no siempre son para fortalecer el proceso de desmantelar el Estado neoliberal, sino más bien para cuestionar al gobierno. Se debe agregar que la imagen del principal protagonista político del quinquenio, el presidente Evo Morales, ha resultado afectada. El paso atrás dado en el ‘gasolinazo’ ha roto la idea casi mítica que muchos se habían forjado de él. Asumió el poder en Tiawanaku, de forma simbólica, por lo tanto su liderazgo casi infalible, empieza a ponerse en tela de juicio. El cariz del dirigente sindical que nunca cede, que es intransigente en sus posiciones una vez asumidas, parece debilitarse. En un movimiento como el MAS, en el cual la base de articulación de todos los bloques y niveles de la organización es el caudillo, es natural que lo que dañe al líder dañe al movimiento.

Este es el cuadro político que se vive en la coyuntura: un gobierno que maneja la casi totalidad del poder público, con excepciones bien marcadas, pero que está perdiendo importantes espacios informales de influencia, en especial en los centros urbanos, en donde la calle ha sido tomada por organizaciones de la sociedad civil y sindical que han asumido posiciones críticas al MAS desde una perspectiva de izquierda. Al otro lado tenemos una derecha fragmentada y en proceso de atomización, sin liderazgos visibles y, finalmente, el crecimiento político de partidos como el MSM o la UN, que fortalecen sus posiciones con la crisis política y social que el ‘gasolinazo’ despertó. Sin embargo, todo parece indicar que la crisis no es tan profunda como quisieran los opositores neoliberales, que creen ver (o desean) en la actual coyuntura, un parecido al periodo de la UDP en los años 80 de la centuria pasada. Lo que se vislumbra es que el proyecto de 500 años que se anunciara pomposamente hace relativamente poco tiempo, no es ni de lejos posible de asumir. La hegemonía del poder por parte del MAS y los grupos sociales afines bajo el liderazgo de Evo Morales, es algo que ya no se tiene seguro.
Ha quedado atrás el tiempo en que el Presidente podía dedicar sus discursos a temas trascendentales como la nacionalización de los hidrocarburos, el cambio del texto constitucional, la lucha contra la media luna o la implementación de una Ley Marco de autonomías. La agenda gubernamental ha pasado a discutir temas domésticos como el precio del pollo, la exportación de azúcar, la escasez del cemento o el precio del transporte público, que se han convertido en problemas de todos los días para gran parte de los gobernados, que en general tienden a acusar al gobierno por la insatisfacción de los mismos y los problemas que origina.

Bolivia ha vivido a lo largo de su historia ciclos económicos, políticos y sociales bien marcados: primero fue el mercantilismo asociado al militarismo (1825-1880); ciclo que fue sustituido por el liberalismo (1880-1952), ciclo que a su vez fue sustituido por el nacionalismo revolucionario (1952-1985), ciclo al que le sucedió el neoliberalismo (1985-2005), periodo que concluye con la llegada al gobierno del MAS el año 2006,  y se consolida el año 2009 con la Constitución que consagra el Estado Plurinacional.  Queda claro entonces, que un ciclo no se debilita de un día para otro, así como el nacionalismo revolucionario no desapareció repentinamente, si no que fue modificándose y adoptando otras expresiones —sin perder su esencia— como por ejemplo, el nacionalismo militar instaurado por el general René Barrientos y Ovando Candia el año 1964, o el nacionalismo militar de izquierda de Juan José Torres el año 1971 o el nacionalismo reaccionario de la dictadura banzerista conservando, sin embargo, todos ellos como base central el estatismo, una invocación permanente a lo popular–nacional y un discurso ambiguamente tercermundista. En el caso presente, puede que la primera fase del proceso haya entrado en crisis y fruto de ella o se radicaliza la “revolución democrática y cultural” o se abre a posiciones moderadas  y por lo tanto menos dogmáticas. Cualquiera de las alternativas conlleva riesgos propios en un devenir contradictorio, abigarrado, cruzado de intereses y tensiones. ¿Cómo lograr un manejo de la economía responsable, que genere inversión, ampliación de la base productiva, si al mismo tiempo se mantiene la ola de nacionalizaciones y el fomento e impulso de empresas subsidiadas con recursos del Estado? ¿Cómo mantener un equilibrio fiscal en un Estado cargado de obligaciones sociales, cada vez mayores, si al mismo tiempo no se generan condiciones de competitividad para que la economía genere excedentes? ¿Cómo recuperar el apoyo perdido en la clase media y al mismo tiempo garantizar el apoyo de la población indígena-campesina del país, que también empieza a mostrar síntomas de descontento? Son preguntas de difícil respuesta. A nuestro entender, el ciclo neopopular (‘neopopulista’, le llaman otros) tiene cuerda para rato al no existir a corto plazo posibilidades de retorno de la derecha. Lo que también queda claro es que afirmar la hegemonía de ese proceso a cargo del MAS y de su conductor, en el futuro, es algo que no se puede dar por descontado. M