Santa Cruz: Ciudad Dual



Santa Cruz: Ciudad Dual - Segregación socio-espacial y fragmentación urbana

Por: Arquitecta Mariel Palma



Los cambios en las formas de producción, distribución y consumo, las nuevas pautas residenciales y entornos laborales, y el desarrollo de las infraestructuras de comunicación, han contribuido a generar importantes transformaciones territoriales durante las últimas dos décadas. Entre éstas, la configuración de “una nueva, más dispersa, articulada e inestable geografía de lugares centrales” (Secchi, 1998) que ilustra el salto de escala funcional de nuestras metrópolis y las tendencias actuales a un funcionamiento de los territorios de tipo reticular
(Ascher, 1995; Veltz, 1996).

La vivencia en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra fluctúa entre lo arduo y lo fascinante. Presenta un conjunto intermitente de extremos sociales, económicos, étnicos y culturales, suscritos en el espacio físico a través de características arquitectónicas y urbanísticas que definen un disoluto, caótico y enmarañado medio ambiente y hábitat visual.


Por un lado la ciudad desarrolla una atractiva y gran actividad económica formal y moderna, logrando en ciertos rubros óptimos niveles de competividad, convirtiéndola en una economía exportadora y globalizada. 

Por otro, al recorrer la ciudad —mirar, oler y oír—, se revela otra realidad de Santa Cruz de la Sierra: polarización de actividades comerciales, hacinamiento y desigualdad social, déficit de los servicios y bienes públicos, economía y empleo informal de baja productividad, que repercute en la construcción de ciudad con asentamientos irregulares y construcciones fuera de norma con la consecuente pobreza y deterioro urbano; se diversifi can los procesos de suburbanización residencial (en forma de barrios cerrados), se modifi can las condiciones locacionales del sector de servicios (ofi cinas, sedes de empresa, bancos, hotelería) y equipamientos privados (educativos, sanitarios), mercado inmobiliario especulativo, creciente deterioro ecológico y la debilidad de los controles municipales que, sumados, dan por resultante procesos de fragmentación y segregación socio-espacial de la ciudad, producto de la marcada separación física de los habitantes a partir de su poder adquisitivo. 


Las rupturas sensoriales son tantas que el espacio físico en su manifestación visual se convierte en un entorno hostil a nuestra capacidad y voluntad de percepción, de tal manera que la mayoría de los habitantes han optado por vivir sin mirar lo que les rodea en la ciudad —sumergidos en la rutina, es más fácil seguir a ciegas—.

Lo que en el mapa aparece como una gran ciudad, en la realidad se revela como una aglomeración de múltiples entidades espaciales altamente segregadas una de la otra: barrios populares de alta y de baja densidad, fraccionamientos residenciales, localidades conurbanas, unidades habitacionales perdidas: cacofonía de realidades cotidianas que en el espacio urbano construido colindan, pero en términos de interacción social y cultural, pocas veces conviven. Esta dualidad de la ciudad dificulta la reciprocidad, el contacto e intercambio para un mutuo conocimiento, generando procesos de indiferencia hacia la ciudad, que se concretiza en el descuido de la calidad urbana, abandono y destrucción sistemática de lo público y su sustitución por
lo privado; que se acrecienta con la emergencia de polaridades nodales, como por ejemplo el Plan 3.000 (creado en 1983 para trasladar 3.000 familias ante el desastre ocasionado por la riada del río Piraí. A la fecha este distrito municipal concentra los barrios con mayor población, siendo esta en su mayoría inmigrantes de escasos recursos.



Como sucede en casi todas las periferias urbanas, los habitantes debieron organizarse para conseguir agua y otros servicios básicos, avanzando a través de sus organizaciones sociales —cooperativas, juntas vecinales, grupos juveniles, de la tercera edad y culturales—, llegando a asumir progresivamente una complejidad funcional y un dinamismo inédito en la atracción de usos hasta ahora propios de la ciudad tradicional). Por otra parte, la concentración en pocas zonas de artefactos urbanos como parques temáticos, urbanizaciones cerradas, universidades privadas, hipermercados, home-centers y/o multicines ausentes en el resto de la ciudad, consolidando la segregación físico espacial.

La ciudad, planificada por el ‘Plan Techint’, tuvo como límite urbano el cuarto anillo de circunvalación, y las zonas externas a este anillo —periurbanas— se fueron construyendo por los habitantes a partir de ‘loteamientos’ con todas las defi ciencias que conlleva la ausencia de la planificación técnica: falta de servicios básicos y ausencia de infraestructura urbana. Los vecinos organizados, generan presiones sobre las autoridades e instituciones locales las que dan como resultado la dotación de servicios básicos, transporte público y construcción de escuelas. Esta situación también se refleja en la construcción precaria de la vivienda, por la incierta tenencia de la tierra. 

Esta dualidad es producto del problema más álgido que arrastra la ciudad de Santa Cruz de la Sierra por décadas: no contar con una política de tierra urbana que permita promover el desarrollo urbano combatiendo la especulación del suelo y regularizando la propiedad, ocasionado la distorsión de la planificación de la ciudad, dando como resultado una urbe quebrantada a sí misma mediante la cimentación del aislamiento subcultural, creando un círculo vicioso en el que sólo se reproducen espacios inseguros, empeorando cada vez más la situación en vez de mejorarla.

Vale resaltar que el tema del urbanismo y el desarrollo urbano nunca formó parte de las políticas y las prioridades en Bolivia.

Si bien en los últimos años se han construido espacios físicos tales como los Parques Distritales Cerrados, la oferta de calidad en espacios públicos de encuentro por parte de la ciudad es todavía deficiente. 

Los espacios construidos carecen de programaciones regulares y sostenidas de actividades culturales gratuitas que estimulen el interés y disfrute de la población y a la vez contribuyan a la apropiación del espacio público, así como a la integración de las personas a la ciudad —construcción
de tejido social—.


Santa Cruz de la Sierra necesita que se entiendan los problemas de la ciudad como una cuestión de urbanidad. La ciudad debe ser repensada como un sistema policéntrico, entendido como la construcción

de proyectos urbanos integrados para superar la fragmentación urbana habitual.

Más allá de planificación técnica, leyes y ordenanzas, hay un tema de voluntades y de educación ciudadana, de cultura, de valor al patrimonio y de respeto al espacio público. Ese espacio público que imbrica, conecta, relaciona y vincula los lugares donde vivimos y trabajamos.