Identidad cruceña: una búsqueda conflictiva



Después de una exposición sobre Santa Cruz en el Siglo XVIII, una estudiante de Turismo me comentó: “Leyendo el informe del Gobernador Viedma, me sorprendo de saber que las cruceñas de entonces vestían a la usanza española, y las indias eran las que usaban tipoi, ¿cómo ahora se dice que el tipoi es el traje típico de Santa Cruz?”  Bueno, una cosa es que las modas cambien el estilo de vestir de las personas; y otra, que se exprese una inversión simbólica de los referentes básicos de una identidad.

Lo que se pretende mostrar en este artículo, además de la flexibilidad de los contenidos de la identidad cruceña, es que los cambios que tuvo a lo largo de la historia están fuertemente vinculados a las conflictividades políticas y sociales que se vivió en lo local, y frente a lo estatal-nacional.

POR NELSON JORDÁN BAZÁN

La identidad cruceña se ha ido construyendo frente a diferentes espejos: los otros, aquellos diferentes que tenemos cerca y que mantienen relación con nosotros. Se resumen aquí algunos momentos cruciales donde se van configurando algunos rasgos fundamentales de la identidad cruceña en torno a dos conceptos de referencia: el concepto de “camba” y el de “cruceño”, y cómo pasan de ser dos referentes antagónicos a ser prácticamente sinónimos. En el intento de responder a estas interrogantes, se plantean aquí –en orden cronológico– los siguientes apuntes históricos:

1. Gabriel René Moreno

A finales del siglo XIX, Gabriel René Moreno definía al cruceño como el poblador de estas tierras “de puro linaje español”; es decir, los descendientes directos de los colonizadores españoles. Esta definición de identidad la contrastaba con la de los “cambas”, que eran los indígenas afincados en Santa Cruz o sus alrededores, o los individuos con diverso grado de mestizaje con los mismos.  Moreno llegó a lamentarse diciendo: “me sobran los dedos de la mano para contar a los cruceños que lo  son de pura cepa”. Y como buen darwinista social, se tomó el trabajo de comparar la capacidad cefálica de blancos, mestizos e indios, y comprobar una sustancial diferencia del volumen del cerebro de ellos, en varias onzas. Así, se volvió común decir: “Los enemigos del alma son tres; el camba, el colla y el portugués”.

2. El Memorándum de 1904

Cuando se publica el Memorándum de 1904,  la  intelectualidad cruceña –nucleada en la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos– manifiestaba un profundo apego integracionista, y reclamaba del Estado Nacional vínculos efectivos para poder participar de la vida económica del país. Tal documento sirvió de base para varios movimientos posteriores como el “Comité Pro ferrocarril en 1915, el Partido Orientalista, y la Acción Juvenil Orientalista (Pruden: 64). De ese modo, el conflicto generado por las políticas liberales de vincular los centros mineros con los puertos marítimos (que postró profundamente la economía regional) adquirió, en sus demandas, un carácter de identidad. Es decir, demandas socioeconómicas  aglutinaron a intelectuales y activistas junto con referentes de identidad.

3. La Guerra del Chaco

Sin duda, la guerra del Chaco fue otro momento crítico de la historia para el país y muy especialmente para la región: el campo de batalla se encontraba más cerca de Santa Cruz que de los centros de poder; por tanto, la región ganó protagonismo y gravitó notablemente en el conflicto. Durante ese mismo periodo, en el campo de las ideas identitarias se libró otra batalla no menos encarnizada: Enrique de Gandía (Buenos Aires 1935), Raúl del Pozo Cano (Asunción 1935) y Modesto Saavedra (Buenos Aires 1937), escribieron tratados separatistas reconstruyendo la historia de la región. Esta reconstrucción implicaba una fuerte ligazón étnica apelando a un parentesco guaranítico común entre cruceños y paraguayos. Estas ideas –que además de circular en forma de libros también circularon profusamente en panfletos, periódicos y programas de radio– fueron pronta y contundentemente contestadas por intelectuales cruceños tales como Plácido Molina Mostajo (1875 – 1970), Rómulo Herrera (1898 - 1940) y Lorgio Serrate (1913 – 1975). El argumento de éstos cruceños “bolivianistas” subrayaba el afán integracionista a partir de argumentos históricos y desbarataba los argumentos étnicos  afirmando “que los cruceños en tanto civilizados y remarcando su cualidad de enconados enemigos de los salvajes guaraníes” (Pruden: 46). Es decir, lejos de tener su origen en la raza guaraní  –tarada por sus vicios y pasiones– fuimos siempre sus encarnizados enemigos (Pruden: 46).

4. La Revolución Nacional

La Revolución Nacional trajo muchos cambios al país, y muy especialmente a la región cruceña. Vertebró finalmente la región al resto del país y con el voto universal la política dejó de ser un asunto restringido a las elites para pasar a ser un asunto más abierto y popular. Con esto, la elite regional perdió sustancialmente su capacidad discursiva su “Capital simbólico” basado en la pureza de su origen hispánico.  

Sin embargo, la élite regional tuvo oportunidad de rearticular su discurso en otro momento crítico: las luchas del 11%. Entonces, ante la doble arremetida de los movimientistas liderizados por Luis Sandóval Morón (de origen local) y el poder central del gobierno, las élites  tienen que articular un discurso de identidad más inclusivo –que se plantea como base de una alianza regional– capaz de borrar las diferencias de clase, intentándolas alinear alrededor de un supuesto bien común. Aquí aparece la reinvindicación de lo “camba”, sobre todo a partir de la obra de Hernando Sanabria Fernández, y también otros autores (Hugo Lijerón, Humberto Vázquez M y Antonio Landivar). Sanabria redefine el concepto de “camba”, que deja de ser un opuesto, para así significar (en curiosa etimología) “amigo”2 y se reconstruye nuevamente la historia dando énfasis al rol protagónico de los guaraníes, que “no permitieron bajar a los incas a la llanura desde los Andes”, de modo que una lucha compartida (por las regalías) se convirtió en convicción de un parentesco compartido, dando esta vez razón a Max Weber.

En este mismo periodo también se encuentra ubicado el “mito fundacional” de la identidad regional cruceña: la lucha por las regalías del 11 %, que permiten perfilar en la gesta histórica de la sangrienta lucha regional, la construcción de una “comunidad imaginada” cruceña, tal como lo plantea Benedict Anderson, y que eventualmente puede derivar en una tendencia nacionalista.

5. La hegemonía cruceña, o la identidad en crisis

Los años desde la revolución nacional (1952) hasta los actuales días han marcado un lento proceso que va, desde la postergación extrema, hasta hacer de Santa Cruz la locomotora de la economía nacional. Santa Cruz ha conseguido la hegemonía económica, la hegemonía demográfica, y plantea una lucha abierta y permanente por la hegemonía política. Mientras tanto, todos los cambios ocurridos a la ciudad y su entorno inmediato, repercuten en cuanto a las definiciones de la identidad: las migraciones, la presencia de la “cultura globalizada” de los medios, el dinero del narcotráfico... se van convirtiendo sucesivamente en los diversos espejos para mirar la identidad. Se plantean variados balances críticos acerca de la misma: “Radiografía del mojón”, “Los cruceños y la cultura”, y otros.

La crisis de octubre del 2003 marca un momento de definiciones en el  campo político, incluyendo el peso de las regiones, y el tema de las identidades se plantea con fuerza y centralidad. Queda claro hasta ahora lo que los teóricos de la historia ya han demostrado repetidas veces y se comprueba en el caso cruceño: “que la historia se escribe y rescribe desde los intereses políticos de sus protagonistas, sea de forma voluntaria o no”. Y queda muy en claro también que, “la historia y las identidades bailan al ritmo de la política”. La encrucijada posterior a los sucesos del 2003, van a profundizar esta crisis de identidad, reforzándola, por un lado en posicionamientos políticos cerrados, y consolidando la postura de diferencia frente a una identidad nacional. Esa, es una identidad cultural que deviene en identidad política como efecto de una confrontación polarizada, pero es todavía muy próxima como para ensayar una perspectiva histórica sobre la misma.

Conclusión sobre los apuntes históricos

Los referentes de identidad cambian de manera permanente, pero estos cambios se dan especialmente en relación a:
  • La relación que el sujeto identitario en cuestión (en este caso el “ser cruceño”) tiene con el entorno político del momento y sus respectivas crisis.
  • Las diferencias de clase que se expresan al interior de la sociedad que las plantea y los valores que sirven de referencia para distinguirlas.
  • El “otro”, el espejo referencial sobre el que refleja la identidad. Este “otro” ha sido sucesivamente: el camba, el indígena y/o mestizo, el gobierno del MNR (ciclo 1952-1964), el colla y, finalmente (durante la crisis de octubre de 2003) el estado-colla: Bolivia y lo boliviano encarnando un estado fracasado. 
  •  Los desafíos de la cultura dominante y envolvente, ahora llamada globalizada. Y no siempre se hace consciente y relevante.
  • La construcción social “identidad cruceña” es el modo en que la élite cruceña, a través del Comité Pro Santa Cruz se vincula a otros sectores regionales y nacionales a partir de octubre del 2003.
  • Los intereses propios de la clase dominante y sus órganos de representación respecto a sus propias aspiraciones políticas. Y esta clase dominante, pero sobre todo su representación pública, se encuentra en crisis ¿se replantea nuevamente y a fondo la identidad?
No cabe duda que la identidad seguirá en búsqueda, respondiendo a las nuevas situaciones conflictivas que se presenten. M