TIPNIS - Donde los senderos se bifurcan


Tras seis años de gobierno, es recién ahora que aparece en el campo político boliviano una interpelación seria y medular al bloque de poder. Paradójicamente, como era de esperar, la misma viene desde adentro y de uno de los sectores más emblemáticos del actual proceso político: Los indígenas del oriente y amazonia.

POR: MOJÓN 21

El MAS y el movimiento indígena del oriente y la amazonia

Quizá el mejor acierto del Movimiento Al Socialismo (MAS), en su construcción, fue su alianza con el movimiento indígena del oriente y la amazonia de Bolivia. Esto logró capitalizar a favor del actual partido de gobierno dos elementos estratégicos que definieron una enorme ventaja competitiva en relación a los partidos tradicionales: en primer lugar, obtuvo presencia nacional; sin esta alianza muy probablemente el liderazgo de Evo Morales pudo haber seguido la misma suerte de Carlos Palenque y otros similares que pese a haber sido significativos para el occidente, no lograron tener base social en el oriente y quedaron como fenómenos meramente andinos. En segundo lugar, se hizo con las banderas de la reivindicación indígena y la demanda de una Asamblea Cosntituyente; algo que venía siendo trabajado por los originarios del oriente desde la Marcha por el Territorio y la Dignidad de 1990.

A su vez, los pueblos indígenas de oriente y amazonia cerraron filas en torno al MAS debido a que no existía ninguna otra fuerza política que les otorgue el lugar y la preeminencia que lograron ostentar bajo el paraguas de este movimiento político.

Fue dentro de ésta alianza que lograron consolidar nuevos espacios de representación política, nuevas normas para la preservación de sus espacios naturales, mayor dotación de tierras y otros. Ambos ganaron en esa simbiosis.

La tierra y las nuevas contradicciones

A partir de 2010 la relación entre ambos actores entra en una nueva etapa, el reclamo del respeto a los territorios indígenas es el epicentro y la marcha frustrada de la CIDOB —efectuada entre junio y julio del pasado año— es la más clara evidencia. Una vez concluido el proceso constituyente y logradas las reivindicaciones inicialmente planteadas por los indígenas de tierras bajas, éstos no encontraron mayores espacios dentro del MAS y sus representantes no fueron visiblemente incluidos en filas de la estructura gubernamental. Se empezaron a generar entonces las condiciones para que éstos revisaran sus opciones y decidan la prosecución de su propia agenda por nuevos caminos, alejados del efímero poder.


Por su parte, el MAS se encontró en la necesidad de reajustar y renovar sus alianzas de forma tal que le sea posible tanto una mejor articulación en su gestión de gobierno, así como la consolidación de espacios que le permitan encarar exitosamente las elecciones que tendrán lugar en 2014.

En este contexto, se advierte un nuevo ciclo en la demanda por tierra de las bases campesinas del MAS. Ante la saturacion de las posesiones en tierras fiscales disponibles, se vuelca la mirada a los grandes espacios que siempre provocaron un silencioso celo: las TCOs de tierras bajas. ¿Hacia dónde mas podrían avanzar las bases masistas y hacerse con las tierras buscadas? De acuerdo a lo manifestado por dirigentes de los productores de coca y de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), la ruta los lleva precisamente hacia las tierras de los indígenas del oriente. En los primeros días de septiembre, Simeón Jaliri —de la CSUTCB— anunció la presentación al gobierno de una resolución de su organización en la que demandaba la realización de una auditoría a las Tierras Comunitarias de Origen entregadas a los indígenas de tierras bajas con el fin de redistribuir las mismas a través de una modificación a la actual legislación agraria. Queda claro entonces , en buena medida, cuál el combustible y fondo en sí del actual conflicto por el TIPNIS, que no es mas que el hecho gatillador de ésta —hasta el momento— contenida disputa por el territorio entre los nuevos contrarios de occidente y de oriente.


Se establecen así dos agendas divergentes: por parte de los originarios del oriente y amazonia, la búsqueda de mayores espacios políticos, el respeto y la ampliación de nuevos derechos constitucionalizados; y por parte del MAS, la necesidad de reformular sus alianzas y consolidar sus bases mayoritarias con la mira puesta en 2014. En medio de ambas, se abre la confrontación entre indígenas de tierras bajas y colonizadores de tierras altas por la posesión de ‘nuevas tierras’ en la casi virgen amazonia boliviana.

Caminos separados y nuevo eje de confrontación

Lo que actualmente está sucediendo con relación al TIPNIS, no puede considerarse un fenómeno aislado. Las motivaciones por las que tanto el MAS como los indígenas de tierras bajas decidieron recorrer caminos divergentes eran ya evidentes con anterioridad. Lo sucedido en el mes de julio al interior de la Asamblea Legislativa Departamental (ALD) de Santa Cruz, cuando Rodolfo López fue elegido presidente de la misma, no gracias sino ‘a pesar’ del MAS, dan testimonio de tensiones y de unas relaciones que ya venían desgastadas desde más de un año antes. Hechos similares se dieron en los respectivos órganos deliberativos departamentales de Beni y Tarija, donde el guaraní Justino Zambrana fue electo presidente de la ALD, tambien ‘a pesar’ del MAS.

Los indígenas del oriente del país parecen haber encontrado el límite de sus posibilidades políticas al interior del Movimiento al Socialismo. Por su parte, el MAS muestra haber elegido, dentro una lógica pragmática, seguir reproduciendo su poder y así ‘asegurarse’ el 2014 en base a una otra configuración de alianzas donde los campesinos y cocaleros sigan ocupando el lugar preponderante; se observa además, un giro discursivo cada vez más próximo al sector empresarial bajo la batuta de los gremios cruceños. En este reacomodo de fuerzas, los indígenas de tierras bajas quedan necesariamente fuera del bloque oficialista dadas las diferencias de intereses entre ellos y los colonizadores campesinos y cocaleros, quienes definitivamente son inamovibles como el núcleo del partido de gobierno.

Efectos en el campo político

En el campo simbólico, en la construcción discursiva que valida la acción política, el quiebre que se está dando entre originarios del oriente y el MAS es por demás relevante. Para empezar, estamos frente una ruptura en la construcción del Estado plurinacional —es muy difícil continuar con éste si treinta y cuatro de las treinta y seis naciones reconocidas constitucionalmente no son parte del proceso desde adentro—, pero además quedan en entredicho las banderas legítimadoras del partido de gobierno: la inclusión indígena y la defensa de la Madre Tierra. El carácter simbólico del liderazgo indígena del presidente del Estado Plurinacional quedará maltrecho cualquiera sea el desenlace del conflicto por el TIPNIS.

Sin embargo, habida cuenta de que en esta vida nada se pierde, en la medida en que estos estandartes están siendo potencialmente sacrificados por el MAS, los mismos están retornando a manos de sus legítimos dueños: los indígenas del oriente y amazonía del país, quienes vienen luchando por estas reinvindicaciones desde 1990.




Indígenas de tierras bajas: tiempo de mostrar capacidades 

Al retomar su autonomía relativa respecto al MAS, el movimiento indígena de tierras bajas se encuentra frente al reto de mostrar si en este tiempo ha logrado hacerse de las capacidades necesarias como para continuar construyendo su empoderamiento sin el paraguas del oficialismo nacional. 

En lo que hace a Santa Cruz, si bien la representación indígena del departamento tiene liderazgos nuevos que se han formado desde abajo, el aspecto más relevante que despliegan es su claridad programática. Esta faceta no puede ser soslayada a la hora de explicar el porqué de la presidencia del chiquitano Adolfo López en la ALD y del guarani Justino Zambrana en la ALD tarijeña.

Actualmente el movimiento indígena lleva mas de treinta días en su Octava Marcha hacia la sede de gobierno; esta vez a raíz del conflicto del TIPNIS, pero sin dejar su tradicional plataforma global, que data de más de una década. En este tiempo mostraron coherencia, cohesión y capacidades políticas sorprendentes. El despliegue del gobierno no ha sido menor: presidente, vicepresidente, equipos de ministros, medios de comunicación, técnicos, policía y la articulación de sus bases campesinas han sido elementos que el ejecutivo ha colocado en el escenario. Evidentemente, en el plano del ejercicio del poder por medios coercitivos es el gobierno quien lleva las ventajas, pero la legitimidad de la Marcha le ha permitido ganar un importante apoyo ciudadano nacional e internacional que le pone contrapeso al poder del Estado.

Se está librando en el campo simbólico, ideológico y político una batalla estratégica con grandes asimetrías. Los indígenas de tierras bajas no tienen el despliegue de recursos que posee el gobierno. Y éste, por su lado, aunque se quedará con la lealtad de sus mayorías cuantitativas, perderá cualitativamente al aliado que le dio sustento a su rostro plurinacional, inclusivo, originario y protector de la Madre Tierra.

Prospectiva

¿Hasta qué punto le afectará esto al MAS? Toda vez que el partido de gobierno ha dado en los últimos tiempos un giro discursivo que lo acerca al empresariado del país, es muy probable que el impacto electoral sea menor. Podría considerarse que está priorizando su lealtad con sus bases de occidente y reemplazando su alianza con los indígenas del oriente con otros sectores de la sociedad que son importantes económicamente. De ser así, se trataría de una visión pragmática y necesaria para los fines de consolidar la gestión de un modelo tradicional de desarrollo aunque a costa de deslealtades con quienes en su momento fueron la encarnación en sí del espíritu del denominado proceso de cambio.

¿Qué consigue la oposición política tradicional del conflicto del TIPNIS? Un cierto ‘espacio de opinión’, oportunidad de hablar sobre los derechos indígenas y sus territorios, —términos nuevos en su lenguaje— y a emitir su ‘apoyo’ a la marcha (legítimo derecho, por supuesto). No obstante, esa acción de la oposición es fácilmente definible como ‘oportunista’. Por más que la oposición política haga esfuerzos para ‘oxigenar’ su discurso con el tema del medio ambiente y los derechos indígenas, dicho esfuerzo suena absolutamente pasajero y está claro que su marginalidad continuará en el actual proceso político, dado que no ha logrado construir un liderazgo y tampoco ha articulado propuestas alternativas al bloque en el poder.

Despues del TIPNIS se puede ver un gobierno más pragmático, más desarrollista, más amigo de los empresarios, más visitador de Santa Cruz y siempre leal con quienes son el sustento de su poder: los campesinos, cocaleros e indígenas aymaras y quechuas.