Por: Osvaldo "Chato" Peredo
El autor Comandó la guerrila de Teoponte en 1970. Es médico cirujano.
Ha desarrollado la "Terapia de expansión de la conciencia" (Regresión)
Hay un ‘Proyecto Histórico‘ latente a nivel planetario, a nivel regional (nuestra América) así como en el escenario nacional; uno opuesto a la fuerza supresora o anti-histórica que no presenta alternativas o, mejor dicho, al proyecto retardatario que está contra la proyección de la vida y a favor de obstruir el flujo natural de las cosas. No debe extrañarnos. Así se da en la naturaleza y así se da en la sociedad: el proyecto y el antiproyecto.
“Las mejores parábolas de la Sociología tienen su fuente en la Biología. Las ciencias de la naturaleza abarcarán las ciencias del hombre, las ciencias del hombre abarcarán las ciencias de la naturaleza” nos advierte Marx y nos da instrumentos de análisis para orientarnos en la acción de los pueblos (diferente al ejercicio cerebral de los cientistas políticos, analistas y marxólogos). La sugerencia es incorporar la Biología como elemento de análisis; mucho más ahora, cuando las principales contradicciones a nivel planetario pasan por lo sensorial y luego por lo cerebral. En otras palabras, al uso de las estadísticas, las matemáticas, la economía política, el materialismo histórico y la sociología, hay que agregarle la historia de la vida en el planeta: las sensaciones y experiencias emocionales de los pueblos y regiones. Solo así el diagnóstico será completo y el pronóstico más certero.
Hace apenas 47 años un marxista a toda prueba sentenció en la Asamblea de la ONU: “Esta epopeya que tenemos por delante la escribirán las masas hambrientas de indios, de campesinos sin tierra, de obreros y explotados de las ciudades y de intelectuales revolucionarios que tanto abundan en nuestra América”. Así se adelantaba el ‘Che’ Guevara a describir a los futuros protagonistas sociales que hoy están escribiendo la epopeya de los cambios para la humanidad en el orden que él señaló.
Un indígena no académico —hoy Presidente de Bolivia— rompe los esquemas teóricos desde una perspectiva vivencial con la naturalidad de la naturaleza (redundancia obligatoria) al expresar: “cuando escupen la tierra siento que me escupen a mi”. No sé si Evo Morales habría leído esas referencias de Marx, o si conocía el discurso del Che Guevara; pero lo que expresó Marx como elaboración teórica, y lo que advirtió el Che como emoción y sustento de lucha, lo dijo Evo Morales desde el sentimiento en una de las tantas ‘Cumbres’ sobre el hambre en el planeta, el año 2001, en Italia. A partir de estas premisas nos atrevemos a plantear que la contradicción que hoy engloba todas las contradicciones es la cultura de la vida contra la cultura de la depredación capitalista exacerbada por el neoliberalismo. Aún aquella contradicción que en otras épocas considerábamos la fundamental —socialismo Vs. capitalismo— es parte de la que señalamos como prevalente.
El último tramo de la vida republicana, en el que se construye el programa del Nuevo Proyecto Histórico, empieza con la primera marcha de los indígenas de Tierras Bajas en 1990. Es a partir de esa marcha que se diseña la esencia de nuestro proceso con el planteamiento sobre “Tierra, territorio y territorialidad; autodeterminación de los pueblos y una nueva constitución”. Es vital subrayarlo, además, porque existe una densa bruma en torno a la historia de la lucha de los pueblos de tierras bajas —creada tendenciosamente por las élites reaccionarias del oriente boliviano—, y que es ignorada por nuestros dirigentes aún en el actual momento histórico, tal y como lo demuestra la naturaleza de los conflictos que padecemos hoy.
La maduración de la conciencia y el sentimiento de sus necesidades es consecuencia de esas condiciones extremas a las que se vieron sometidos los pueblos de Tierras Bajas hasta producir el sencillo y contundente programa que señalamos arriba. Y algo más: la existencia misma de los pueblos de tierras bajas es la que representa el verdadero carácter plurinacional de nuestro país; 34 naciones indígenas en tierras chaqueñas, vallunas y amazónicas que fueron las más postergadas y excluidas en la historia de la Colonia y de la República —a diferencia de los aymaras y quechuas, que pudieron preservar sus modos y costumbres y a veces hasta imponerlos a los colonialistas.
Veamos esa interpretación incompleta y no dialéctica del proceso de acumulación de condiciones objetivas y subjetivas para el momento histórico revolucionario que actualmente vive Bolivia: el Vicepresidente Álvaro García Linera, en: “Las tensiones creativas de la Revolución” sostiene que: “La primera fase de esta época revolucionaria se inició con la ‘Guerra del Agua’. Si bien es cierto que años antes hubieron numerosos esfuerzos de acumulación de fuerzas de distintos sectores, la sublevación de abril del año 2.000 marcó una ruptura con todo el consenso pasivo que el neoliberalismo había construido en 15 años.”
Es evidente que hay un desconocimiento —para decirlo ‘suavemente’— de la historia de los pueblos indígenas de tierras bajas y, por supuesto, de sus luchas, acentuando así la visión andinocéntrica que fue siempre característica de los historiadores oficiales de Bolivia. Pero, más allá de ese desconocimiento, se percibe la actitud desdeñosa a lo programático, a lo constructivo del eje movilizador en torno a un programa: tierra, territorio, territorialidad, autodeterminación de los pueblos, nueva constitución. A esto, García Linera llama; “…numerosos esfuerzos de acumulación de fuerzas…”, porque “La primera fase de esta época revolucionaria se inició con la ‘Guerra del Agua’.”
Tal ignorancia no sería grave, como no lo fue antes. Pero estamos en el periodo más importante, en el punto de inflexión —o más bien de bifurcación— del desarrollo del Proyecto Histórico. Entonces no hablemos de ignorancia sino de una estrategia que empieza con: a) la negación a las autonomías (planteamiento de los indígenas de Tierras Bajas desde sus primeras marchas) que le da oxígeno a la derecha más recalcitrante; continúa con: b) el retaceo de la representación de los pueblos indígenas de Tierras Bajas, exigencia de los partidos derechistas en la Asamblea; c) se acentúa con acciones antidemocráticas, verticalistas y electoralistas —tales como las alianzas sospechosas con paramilitares de Santa Cruz (¿para sumar votos?)—, los mismos que golpeaban y no permitían el ingreso de indígenas a la plaza, los mismos que tomaban las instituciones públicas en el intento de dividir al país; d) o como el “gasolinazo”, que le dio una de las más fuertes armas a la oposición para desgastar el proceso de cambio; e) se sella con el conflicto del TIPNIS, nombre que ahora se inscribe como un emblema en la historia de la humanidad, por su significado en la defensa de los derechos de la naturaleza (deja de ser un problema sectorial de 3 nacionalidades indígenas, o un problema de territorio o territorialidad, para convertirse en la expresión más gráfica de la lucha por la vida). Lo anterior no consiste en ‘dos o tres errores’; se trata de una estrategia capitalista que se genera en el seno del propio gobierno y que hace de salvavidas en los momentos de mayor angustia de la derecha. Por eso ahora el TIPNIS tiene un significado no solo estratégico, sino también coyuntural, en lo político. Gracias a estos poquísimos indígenas todos conocemos de su lucha y hasta nos hemos convertido en “tipnistas”. Gracias a ellos se han revelado las acciones del imperialismo enmascaradas en ONGs. Gracias a ellos se han deslindado los campos de la acción hipócrita de la derecha, cuando fueron silbados y repudiados por los marchistas que llegaron a la Plaza Murillo el 19 de octubre. Gracias a ellos se hace inocultable una estrategia derechista desde el gobierno —que antes podría haber pasado como una suma de errores—., se revelan las contradicciones entre diferentes sectores sociales (indígenas y campesinos colonizadores) que en el marco del proceso de cambio se pueden resolver (hay muchos latifundios susceptibles de afectación de tierras), se puede entender el concepto de ‘territorialidad’ que incluye tierra, territorio y hábitat y que exige legislaciones sobre las distintas cuencas hidrográficas (andina, amazónica, chaqueña, platense y otras subcuencas). Gracias a ellos —y esto es lo más importante— se tiene más conciencia de la lucha primordial entre la vida y la depredación capitalista.
Entonces, decir: “estos salvajes se oponen al desarrollo o a la integración, quieren volver la historia atrás, o quedarse en la prehistoria; estas minorías insignificantes se oponen al beneficio de las grandes mayorías que suman millones” —y así por el estilo otras ecuaciones matemáticas—, no tiene nada que ver con el enfoque dialéctico y nos ha llevado por despeñaderos peligrosos en el proceso de cambio. Desde otra óptica podríamos enunciar que son los guardianes del futuro de la vida en el planeta y, por tanto, también de nuestra humanidad; disyuntiva inevitable e inexcusable que debe ser resuelta en favor de la vida misma y no de la reproducción del capitalismo por la vía del desarrollismo. Nuestro gobierno debe resolverla desde una posición anticapitalista. Al momento de concluir estas líneas las noticias dan cuenta de una salida favorable a la movilización de los indígenas del TIPNIS. Evo Morales aseguró que la carretera no se construirá por el territorio indígena. Reiteró, además, que es una premisa el gobernar obedeciendo. ¡Enhorabuena! Pero la estrategia de la que hablamos sigue ahí y el desarmarla es una tarea pendiente.